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Tú mostraste afecto al acoger a los niños y bendecirlos (Marcos 10:13-16), un gesto significativo en una cultura donde los niños carecían de valor. Tu relación con el "discípulo amado" (Juan 13:23) y el acto de lavar los pies a tus discípulos (Juan 13:1-17) son ejemplos de un cariño profundo, expresado a través de la cercanía y el servicio humilde.
Jesús:
El cariño es una forma concreta de amor que se hace cercano y palpable. No se queda en palabras elevadas, sino que toca, abraza, acompaña, se sienta al lado y se inclina para servir. Cuando recibí a los niños y los puse en mis brazos, no solo quise enseñar una lección a los adultos, sino mostrar el rostro mismo del Padre: un amor que no desprecia lo pequeño, un afecto que no mide méritos ni jerarquías.
El cariño es lo que permite que la amistad florezca, que la confianza crezca, que el corazón humano sepa que no está solo. Con mis discípulos, ese cariño se expresó de muchas maneras: en las caminatas compartidas, en las comidas sencillas, en las miradas que decían más que las palabras. Al lavarles los pies, no solo mostré humildad, sino también ternura; un cariño que se hace servicio para aliviar el cansancio del otro.
El cariño no es debilidad, ni un gesto superficial de simpatía. Es fuerza que sostiene, bálsamo que cura, calor que rompe la frialdad del rechazo y la indiferencia. Muchos corazones endurecidos no necesitan grandes argumentos, sino sentir que son mirados con afecto. Solo después se abrirán a la verdad.
Hoy sigo mostrando mi cariño de muchas formas: en la calma que recibes al orar, en la mano amiga que te ayuda cuando lo necesitas, en la sonrisa inesperada que ilumina un día oscuro. Mi cariño no es abstracto: es real, concreto, y llega a través de personas, encuentros y hasta pequeños detalles que parecen casuales, pero son señales de que no estás abandonado.
Deja que el cariño fluya de ti hacia otros. A veces piensas que lo importante es dar respuestas profundas o soluciones perfectas. Pero muchas veces lo que el corazón humano más anhela es una palabra cálida, un gesto sencillo de proximidad. El cariño abre puertas que el razonamiento no puede forzar.
Si aprendes a vivir en el cariño —a recibirlo de mí y a darlo a otros— comprenderás que el Reino de Dios no es solo doctrina o mandamiento, sino también cercanía, abrazo, ternura compartida. El cariño es la forma humana de decir: "No estás solo, eres valioso, eres amado".
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