miércoles, 13 de agosto de 2025

Hablar con Jesús (39) Cuando la fe crece en secreto.

Hola, Jesús:

En tus parábolas hablas de la semilla que germina sin que el agricultor sepa cómo. Me pregunto si la fe también puede crecer así: sin que nos demos cuenta, sin señales evidentes.

Jesús:

La fe no siempre irrumpe como un relámpago; a menudo es como el rocío que humedece la tierra de madrugada, sin ruido, sin anuncio, pero dejando su huella. Crece sin depender de tus ojos y sin pedir permiso a tu conciencia.

Piensa en el grano que un hombre siembra. Él duerme, se levanta, hace su vida… y mientras tanto, en lo profundo de la tierra, algo sucede. No oye el crujir de la semilla abriéndose, no ve cómo las raíces se extienden, pero la vida avanza sin que él lo comprenda. Así ocurre con la fe: el Espíritu trabaja incluso cuando no sientes nada, incluso cuando crees que estás estancado.

Este crecimiento oculto es necesario. Si todo se mostrara de inmediato, podrías caer en la tentación de vivir pendiente de tus avances, de medirlos, de compararte, de convertir la fe en un proyecto personal que alimente tu orgullo. Por eso, muchas veces el Padre esconde el proceso: para que confíes, no en tu capacidad de creer, sino en su poder de obrar en ti.

A veces, cuando estás distraído con lo cotidiano, tu fe está echando raíces más hondas. Las pruebas pequeñas, las renuncias que casi no mencionas, los gestos de bien que realizas sin esperar reconocimiento… todo eso nutre la semilla. No es el ruido de los grandes acontecimientos lo que más fortalece la fe, sino la constancia de vivir en la verdad, aunque nadie lo vea.

Llegará el momento en que notarás el fruto. No será por un gran milagro visible, sino porque un día reaccionarás con serenidad donde antes había miedo, o con compasión donde antes había dureza. Entonces sabrás que algo creció en ti sin que lo advirtieras.

Por eso, no te inquietes si no percibes tu fe crecer. No retires la tierra para comprobar si la semilla sigue ahí: déjala tranquila. Escucha mi palabra, guarda silencio cuando sea tiempo de callar, actúa con justicia, perdona cuando se te ofenda. Todo eso es regar el campo. El resto lo hace mi Padre, en ese silencio fértil donde lo invisible se convierte en vida.

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