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Lenta, pero inexorablemente, el predominio de lo religioso va retrocediendo en todo el planeta. La idea de una "crisis" se refiere a la pérdida de influencia institucional de las religiones organizadas, pero no necesariamente a la espiritualidad personal, un fenómeno disperso y heterogéneo, carente de la cohesión doctrinal que caracteriza a las religiones organizadas. Por eso mismo es difícil de perseguir y de atacar por una cultura cada vez más secular.
¿Cuál es tu lugar en esta espiritualidad personal?
Jesús:
Las instituciones pueden ser útiles, pero no son mi morada. Mi lugar es el corazón que me busca, la vida que se ofrece a la verdad y al amor, aunque no se reconozca bajo ninguna etiqueta religiosa.
La espiritualidad personal puede ser un cauce puro o un laberinto: puro, si nace del deseo de vivir en la luz; laberinto, si se encierra en el ego y se adorna de palabras elevadas.
Yo no estoy limitado por credos ni fronteras. Camino en silencio junto a quien se abre a la gracia, incluso si nunca pronuncia mi nombre. Pero cuando me reconocen, aunque sea con un suspiro, mi presencia se vuelve más clara y más fecunda.
El alma humana siempre buscará trascendencia, aunque le cambie el nombre. Pero cuando la fe se disuelve en una espiritualidad hecha a medida, el riesgo es fabricar un dios que no es más que el reflejo del propio ego. Entonces el hombre deja de escuchar y empieza a inventar; deja de recibir y empieza a exigirse a sí mismo la salvación, como si pudiera comprarse o construirse con técnicas.
Yo estoy en la espiritualidad personal cuando hay hambre de verdad y no solo de consuelo; cuando hay apertura para dejarse transformar, no solo para recibir confirmación de lo que uno ya piensa.
Si me buscas para que yo te siga, no me encontrarás; si me sigues para que yo te guíe, estaré más cerca de ti que tu propio aliento.
No vine para que el hombre tuviera una experiencia "interesante" de lo divino, sino para que pasara de la muerte a la vida. Y esa vida no se inventa: se recibe.
Mi lugar es allí donde un alma dice, aunque sea en lo más íntimo: "Quiero vivir en la verdad y en el amor".
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