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¿Cómo debemos entender la adoración a Dios en "espíritu y en verdad" de la que le hablaste a la mujer samaritana?
Jesús:
Cuando hablé con aquella mujer junto al pozo de Jacob, su pregunta reflejaba una inquietud que ha marcado a la humanidad durante siglos: ¿dónde está el lugar verdadero para adorar a Dios? Ella me habló de la tradición de sus padres, que adoraban en aquel monte, y de la tradición de los judíos, que afirmaban que Jerusalén era el único sitio válido. Pero la raíz de su pregunta no era un simple desacuerdo geográfico o religioso: era el deseo de saber dónde se encuentra de verdad a Dios.
Mi respuesta fue clara: «Créeme, mujer, la hora viene en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre… los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad». Con estas palabras quise mostrar que la verdadera adoración no depende de un lugar físico ni de un rito externo, sino de la disposición del corazón y de la vida que camina en la luz de la verdad.
Adorar en espíritu significa que la adoración nace de lo más profundo de tu ser. No es un acto superficial ni una repetición automática de palabras, sino el movimiento del alma que reconoce su origen y su destino en Dios. Es una comunión interior que no puede limitarse a lo visible. El espíritu es tu parte más honda, la que trasciende lo material y se abre a lo eterno. Desde ahí puedes encontrar al Padre en cualquier momento, en cualquier lugar, porque Él está más cerca de ti que tu propio aliento.
Adorar en verdad significa presentarse ante Dios sin máscaras, con la sinceridad de quien no oculta su fragilidad ni sus contradicciones. La verdad no es solo un contenido que se afirma con los labios, sino una vida vivida con autenticidad, sin engañarse a uno mismo ni a los demás. No es posible adorar a Dios mientras se abraza la mentira o se vive de espaldas a lo justo. Por eso, la adoración verdadera une lo íntimo del corazón con la coherencia de la vida.
Los templos, los cantos, los símbolos y las celebraciones pueden ayudar, porque el ser humano necesita expresarse también con gestos visibles. Pero no sustituyen lo esencial. Puedes estar en el lugar más sagrado del mundo y tener el corazón ausente, o puedes estar en silencio en tu habitación, en medio de tu cansancio o tus dudas, y encontrar allí una comunión real con el Padre.
Adorar en espíritu y en verdad es reconocer que Dios no está confinado a estructuras humanas, sino que habita en todo aquel que lo busca con autenticidad. Es hacer de la vida entera un acto de adoración: en el trabajo, en el descanso, en la entrega, en el silencio. Allí donde la sinceridad y el amor se unen, allí se revela la presencia del Padre, que busca adoradores así.
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