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Hay oraciones que parecen quedar suspendidas en el aire. Pasan los días, los meses, incluso los años, y lo que pedí con sinceridad no sucede. A veces me pregunto si esas palabras fueron escuchadas o si se perdieron en el silencio.
Jesús:
Toda oración es escuchada, incluso aquella que no recibe lo que tú esperas. La respuesta no siempre adopta la forma que imaginas. Algunas veces, lo que pides no es lo que realmente necesitas. Otras, lo que solicitas es justo, pero el momento no ha llegado. También hay peticiones que, si fueran concedidas, impedirían un bien mayor que aún no puedes ver.
No mido la oración por su resultado inmediato, sino por lo que hace en tu interior. Hay súplicas que te transforman mientras esperas; otras, que te fortalecen al no cumplirse. El silencio de Dios no siempre es negación: a veces es una invitación a ir más profundo, a descubrir que buscas más la dádiva que al Dador.
Cuando ores y no recibas lo que pides, pregúntate: ¿estoy dispuesto a que mi voluntad se conforme a la de Dios, incluso si eso significa no obtener lo que deseo? La verdadera confianza se prueba cuando el cielo parece callar.
No temas al silencio. Si persistes en la oración, descubrirás que no siempre te cambia la realidad exterior, pero sí tu mirada sobre ella. Y esa transformación, aunque no lo parezca al principio, es la respuesta más alta.
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