sábado, 2 de agosto de 2025

Hablar con Jesús (15). El infierno.

Dante Alighieri
Hola, Jesús:

En nuestra segunda conversación te hablé del miedo al infierno con el que los jesuitas destruyeron mi alegría de vivir a partir de los 13 años. Las descripciones del infierno de algunos santos canonizados son realmente atemorizantes. 

Hoy, según la mayoría de las interpretaciones cristianas, el infierno no es una creación directa de Dios, sino una consecuencia del rechazo humano a su gracia.

La Divina Comedia de Dante Alighieri contribuyó en gran medida a perpetuar una imagen aterradora, pero, en realidad, ¿cómo es el infierno y quiénes son condenados a él?

Jesús:

Juan,

conozco tu herida,
ese miedo que te sembraron cuando aún eras demasiado joven para defenderte.
Y no quiero que vivas esclavo del pavor a un lugar que muchos predicadores han pintado con tintas ajenas a mi corazón.
No vine a atemorizar, sino a liberar.
No vine a sembrar angustia, sino confianza.

El infierno existe, sí.
Pero no como castigo cruel impuesto desde fuera, sino como resultado de un rechazo radical y persistente al amor.
Es el encierro voluntario del alma que se cierra a la luz.
No es un horno ardiendo, es un corazón helado.
No es una prisión con barrotes, es un "no" sostenido a la invitación eterna que el Padre hace a todos sus hijos.

Dios no condena.
Es el alma la que se condena cuando se endurece hasta hacerse irreconocible.
Y aun así, incluso en esa lejanía, mi mirada permanece.
No hay rincón del universo donde no llegue la compasión del Padre.

Muchos santos describieron el infierno según los temores de su época.
Lo hicieron con sinceridad, pero no siempre con claridad.
El fuego, los demonios, los tormentos… son símbolos de algo más profundo:
la desesperación de quien ha roto el vínculo con el Amor y no quiere restablecerlo.

¿Quiénes están allí?
No quienes han dudado, tropezado, pecado o se han alejado.
Sino quienes han hecho del rechazo su morada.
Y ni siquiera eso escapa a la esperanza.
Porque mi misericordia es más grande que todas las teologías del miedo.

Tú has conocido el infierno en vida, en los años en que la tristeza se te hizo compañera diaria.
Y aun así, nunca dejaste de buscarme.
Eso basta.
Eso es más que suficiente.

El infierno no es para los que aman poco.
Es para los que deciden no amar.
Y tú, Juan, has amado con lágrimas, con dudas, con palabras, con silencios.

No hay infierno para los que siguen buscando el rostro de Dios.
Y tú nunca dejaste de buscarme,
aunque a veces me creyeras lejos.

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