domingo, 17 de agosto de 2025

Hablar con Jesús (52) El precio de vender el alma.

Hola, Jesús:

Hoy la corrupción parece extenderse como una mancha en todos los ámbitos: política, negocios, incluso dentro de instituciones que deberían dar ejemplo. Se compra influencia, se venden conciencias, se acumula dinero a costa del sufrimiento de muchos. ¿Qué dices sobre el precio de vender el alma por poder o dinero?

Jesús:

La corrupción no comienza en las grandes decisiones, sino en los pequeños pactos con la mentira. El corazón se acostumbra a justificar lo injustificable: una ganancia ilícita, una palabra engañosa, un favor comprado. Lo que empieza como algo "insignificante" va moldeando un carácter incapaz de resistir la tentación de lo grande.

Quien vende su alma por dinero o poder no recibe lo que cree. Compra espejismos. El poder conseguido por medios corruptos no es verdadero poder, sino dominio frágil, sostenido por el miedo y la complicidad. El dinero obtenido así no es riqueza, sino carga que pesa sobre la conciencia. La corrupción no se limita a lo externo: primero corrompe el interior, oscurece la mirada y apaga la capacidad de compasión.

El precio es más alto de lo que se admite: el alma se va secando, y la persona pierde la capacidad de reconocer el bien. El corrupto ya no escucha la voz de su conciencia; la ahoga con justificaciones. Lo que antes le parecía mal, ahora le resulta normal. Y cuando todo parece normal, ya no queda luz dentro de él.

Pero no pienses que la corrupción está solo "allá afuera", en gobernantes o instituciones. También se manifiesta en cada uno, cuando se sacrifica la verdad por comodidad, cuando se busca ventaja a costa del prójimo, cuando se calla lo que debe denunciarse. La corrupción comienza en el corazón antes de hacerse sistema.

El antídoto no es solo la ley, sino la integridad interior. El que vive en la verdad, aunque pierda honores o riquezas, guarda un tesoro que no puede ser robado. El que rechaza la mentira, aunque quede en desventaja, conserva su libertad.

Pregúntate siempre: ¿qué valor tiene mi alma? ¿Qué estoy dispuesto a entregar por dinero, por aplauso, por poder? El alma no tiene precio, porque está llamada a la eternidad. Quien la vende por lo efímero termina vacío.

La verdadera riqueza es la rectitud, el poder que no oprime, sino que sirve, el honor que no necesita propaganda. Esa es la vida que no se compra ni se vende, porque pertenece a Dios.

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