domingo, 24 de agosto de 2025

Hablar con Jesús (68) ¿Dios no habla o no sabemos escuchar?

Hola, Jesús: 

¿No será que Dios no ha dejado de hablar, sino que los humanos estamos frecuentemente inmersos en un ruido constante que nos dificulta escuchar?

Jesús:

El Padre no ha dejado de hablar. Él es Palabra eterna, y su voz resuena en la creación, en las Escrituras, en los acontecimientos de la vida, en la conciencia y en lo profundo del corazón humano. El problema no está en su silencio, sino en la sordera que produce el ruido de este mundo y la dispersión interior.

El ruido no es solo externo, hecho de voces, pantallas y distracciones. También es interno: pensamientos que giran sin descanso, preocupaciones que se multiplican, emociones que nublan el corazón. Ese ruido interior impide percibir lo que el Espíritu susurra. Porque Dios no grita; se revela con suavidad, en lo secreto, donde solo quien busca con sinceridad puede escuchar.

Muchos esperan que Dios hable como un trueno que imponga su verdad. Pero el lenguaje de mi Padre es distinto: es la brisa que roza el alma, es el pequeño detalle que ilumina un instante, es la Palabra que arde en las Escrituras y de repente cobra vida en medio de la rutina. Quien no se detiene, no lo percibe.

Por eso, lo primero no es forzar a Dios a hablar, sino disponerse uno mismo a escuchar. La escucha requiere silencio, paciencia y humildad. Silencio exterior, cuando se busca un momento apartado. Silencio interior, cuando se aquietan las pasiones y se entregan las preocupaciones. Paciencia, porque la voz de Dios no siempre llega cuando uno quiere, sino cuando conviene. Humildad, porque escuchar a Dios significa estar dispuesto a cambiar, a dejar que su voluntad tenga más peso que la propia.

No es que Dios no hable; es que a menudo solo queremos oír lo que coincide con nuestros deseos. Entonces confundimos nuestras voces con la suya, y si Él dice algo diferente, creemos que calla. Pero el verdadero discípulo aprende a escuchar no solo lo que consuela, sino también lo que incomoda, porque ambas cosas son voz de amor.

Haz la prueba: cuando leas mi Palabra, quédate en silencio un momento, sin prisas. Pregúntate qué te está diciendo ahora, no ayer ni mañana. Cuando vivas un día difícil, escucha qué se despierta en tu corazón: ¿resignación, esperanza, rebeldía, confianza? En cada una de esas reacciones hay un lugar donde Dios quiere encontrarte.

Dios sigue hablando. Lo que falta no es su voz, sino oídos atentos. Aprende a escucharlo en lo pequeño, y su voz se hará grande en ti.

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