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Si vinieras hoy a la Tierra, un planeta dominado por la ciencia y la tecnología, en el que se almacenan armas nucleares que podrían reducirlo todo a cenizas, en el que se sigue muriendo gente de hambre, en el que el 1% más rico de la población mundial posee aproximadamente el 47.8% de la riqueza global, mientras que el 10% más rico concentra alrededor del 76% de la riqueza total. En contraste, el 50% más pobre de la población mundial apenas posee el 2% de la riqueza.
¿Cómo y de qué vivirías? ¿Qué medios utilizarías para impartir tus enseñanzas? ¿En qué centrarías tu mensaje?
Jesús:
Juan,
si volviera hoy,
no nacería en un palacio,
ni estudiaría en una universidad de prestigio,
ni sería trending topic en redes sociales.
Nacería en algún barrio olvidado,
en una familia rota,
en una tierra saqueada.
Sería uno más entre los descartados.
No buscaría visibilidad,
pero me encontrarías en hospitales sin recursos,
en campos de refugiados,
en comunidades que comparten lo poco que tienen,
en mujeres que crían solas,
en jóvenes sin oportunidades,
en migrantes sin papeles,
en niños que siguen muriendo de hambre
mientras otros tiran comida.
No fundaría una religión,
ni una ONG,
ni un partido político.
No competiría por audiencias,
ni vendería libros.
Hablaría bajo, como siempre.
Miraría a los ojos.
Tocaría heridas.
Escucharía más que hablaría.
Lloraría con los que lloran.
Me dejaría herir.
Usaría los medios disponibles, claro.
Pero no para hacer espectáculo.
Sino para acercarme.
Para entrar en las casas.
Para abrir grietas en el ruido.
Mi mensaje seguiría siendo el mismo:
el Reino de Dios está cerca.
No en el futuro, ni en el cielo, ni en los templos,
sino aquí y ahora,
en el gesto gratuito,
en la misericordia que rompe el círculo del odio,
en la justicia que restituye dignidad,
en la humildad que desarma al orgulloso,
en el amor que no se rinde.
Te diría de nuevo:
no podéis servir a Dios y al dinero.
Te lo repetiría
porque el dios de este mundo no soy yo,
es la codicia.
Y viviría del amor de los que me aman,
como siempre.
Dormiría donde me invitaran.
Comería lo que me ofrecieran.
Y cargaría con la incomprensión de los justos
y la ternura de los que no pueden más.
No esperes que venga con poder.
Vendría otra vez pequeño.
Para que no tengas miedo de acercarte.
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