![]() |
El autoengaño me parece más peligroso que la mentira ajena, porque nace dentro y nos encadena desde dentro. ¿Cómo puedo reconocerlo y librarme de él?
Jesús:
El autoengaño es una de las formas más sutiles de oscuridad, porque convierte la mentira en refugio y la hace pasar por verdad. Cuando alguien miente a otro, siempre queda la posibilidad de descubrir el engaño desde fuera. Pero cuando te engañas a ti mismo, el peligro es mayor: cierras la puerta a la luz antes de que pueda entrar.
El corazón humano busca justificarse. Prefiere la comodidad de creer que está en lo correcto antes que el dolor de reconocer un error. Por eso, muchas veces la mentira que uno se dice a sí mismo no nace de maldad pura, sino del miedo a confrontar la verdad. Temes reconocer tu fragilidad, tu herida o tu pecado, y entonces construyes explicaciones que te permiten seguir adelante sin cambiar.
El autoengaño se manifiesta de muchas maneras: cuando llamas prudencia a tu cobardía, cuando nombras amor a lo que en realidad es apego, cuando confundes resignación con fe, cuando disfrazas orgullo de dignidad. El peligro está en que esas mentiras internas te impiden crecer, porque te hacen creer que ya has llegado, cuando apenas has comenzado el camino.
La verdad no siempre es fácil de mirar. Es como un espejo que muestra lo que preferirías ocultar. Pero ese mismo espejo es también medicina, porque lo que se nombra con sinceridad puede ser sanado. El autoengaño, en cambio, es como una venda que parece proteger, pero en realidad impide que la herida cicatrice.
¿Cómo vencerlo? El primer paso es la humildad: aceptar que puedes equivocarte, que tu corazón no siempre es transparente, que incluso tus intenciones más nobles pueden estar mezcladas con vanidad o miedo. La humildad abre la puerta a la luz, porque deja de defender un yo que no necesita tener siempre la razón.
El segundo paso es la escucha: prestar atención a esa voz interior que no grita, pero insiste. El Espíritu de la verdad no te condena, pero tampoco te adula. Susurra con firmeza, y si estás dispuesto a escuchar, te muestra caminos que tu orgullo ocultaba.
Y el tercer paso es la confianza: creer que la verdad no te destruye, sino que te libera. Muchos temen enfrentarse a lo que son porque piensan que no podrán soportarlo. Pero la verdad no llega sola: viene acompañada de gracia. La luz que revela también sana, la claridad que desnuda también cubre con misericordia.
El autoengaño se rompe cuando decides preferir la luz a la sombra, aunque duela. Es entonces cuando descubres que lo que más temías aceptar era, en realidad, la puerta hacia la libertad.
930

No hay comentarios:
Publicar un comentario