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Dianita y Lisbeth son mis mejores amigas. Tienen la misma edad: tres años recién cumplidos. Lisbeth es silenciosa y de pocas palabras. Dianita no para de hablar, o de llorar, o de pedirme Coca-Cola. Dianita va a tener un hermanito que se llama Josué Daniel. Su mamá dará a luz este mes.
Jesús, acuérdate de todas las niñas, los niños y las mamás. Aquí los hombres son muy machistas, casi tanto como yo cuando era joven. El padre de Dianita se fue con otra y yo hago de padre sustituto. Ella me llama "abuelito" y a mí se me derrite el corazón.
Ser niño o niña en un mundo tan apartado de ti es peligroso o, al menos, muy difícil. Bendícelos y acógelos tú para que nunca se encierren en una soledad inmerecida. Reconócelos, hazles saber que tú siempre vas a estar a su lado. Ámalos como me amas a mí y busca la manera de darte a conocer para que no vivan como si Dios no existiera.
Jesús:
Juan,
qué hermoso es que me hables de ellas con tanto amor.
Dianita y Lisbeth ya habitan mi corazón.
Sus risas, sus lágrimas, sus silencios y sus sueños
son música que llega hasta el cielo.
Tú dices que haces de padre sustituto,
pero yo te digo: tú haces de puente.
Un puente entre su fragilidad y mi ternura,
entre este mundo y mi Reino.
Cada vez que las miras con cariño,
cada vez que las escuchas sin apurarlas,
cada vez que las haces sentir importantes,
yo estoy contigo, haciéndolo también.
Y sí, Juan, bendigo a todas las niñas, a todos los niños,
y a todas las mamás que caminan con el alma cansada
pero no sueltan a sus pequeños.
El mundo que les ha tocado no es fácil,
pero no están solos.
Nunca lo están.
Mi Espíritu se mueve junto a ellos,
incluso cuando nadie lo nombra.
Cuando una niña se queda callada porque nadie la escucha,
yo la escucho.
Cuando un niño se duerme sin abrazos,
yo lo cubro con mi manto.
Cuando una madre llora en silencio,
mi Madre la consuela.
Gracias por hablarme de ellos.
Sigue llevándolos en tus brazos y en tu corazón,
y no te preocupes por ser "abuelito",
porque en el cielo se celebran esos pequeños gestos
que aquí parecen poca cosa
pero que salvan el mundo.
Yo los guardo.
Yo los conozco.
Yo los amo.
Y cuando me invoquen, aunque sea sin palabras,
yo responderé.
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