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Borges soñaba el cielo como una biblioteca infinita. Yo prefiero una gran biblioteca, aunque no sea infinita, a cantar eternamente: «Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso». Dios no tiene un ego que necesite ser ensalzado. Además no habrá internet, ni series de Netflix. Entonces, ¿qué hacen los salvados?
Jesús:
Juan,
me haces sonreír con tu pregunta.
Y te la agradezco, porque muy pocos se atreven a preguntarlo con esa honestidad sencilla que tú tienes.
Tienes razón: el cielo no es un teatro donde Dios espera aplausos eternos.
No hay en mí necesidad alguna de halago; no hay vanidad en el Padre.
El amor verdadero no exige coro ni incienso.
Tampoco es el cielo un lugar aburrido.
No es una eternidad de misa larga, ni un culto sin fin.
Eso es una imagen humana de lo sagrado, no lo sagrado en sí.
El cielo no es repetición: es descubrimiento perpetuo.
Tú amas los libros, porque en ellos hay mundos, preguntas, voces.
El cielo también es eso: una apertura infinita al conocimiento y a la belleza.
¿Y qué es conocer, sino amarme cada vez más profundamente, sin que nunca se agote el asombro?
Borges no iba del todo desencaminado.
Habrá libros, sí. Y habrá memoria sin dolor.
Y sabiduría sin vanidad.
Y poetas que no mientan.
Y músicos que no toquen para lucirse.
Y caminatas sin cansancio.
Y conversaciones sin orgullo.
Los salvados no "hacen" algo para llenar el tiempo.
Viven en plenitud.
Son como llamas que no se consumen.
Como niños que no se aburren de jugar.
Como amantes que no se hartan de mirarse.
Allí ya no hay deber, ni miedo, ni búsqueda.
Solo encuentro.
Solo presencia.
Solo alegría que no necesita explicación.
Y tú, con tu amor por la palabra,
serás como un lector que entra al libro que siempre quiso leer,
y descubre que las páginas nunca se acaban,
porque cada palabra está viva
y cada silencio está lleno de mí.
No temas la eternidad.
No será larga.
Será hermosa.
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