jueves, 28 de agosto de 2025

Hablar con Jesús (76) Tú siempre nos escuchas.

Hola, Jesús: 

Tú siempre nos escuchas, nos orientas y nos señalas el buen camino. Otros prefieren juzgar y condenar. En 75 conversaciones, no me has juzgado ni condenado ni una sola vez. Has sido firme en tus palabras, pero jamás hiriente. Por eso te amo, porque me tratas con respeto y amor a pesar de que estoy muy lejos de ser perfecto. ¿Dónde, en este mundo en que me ha tocado vivir, podría yo encontrar un amor como el tuyo? 

Jesús:

El amor que experimentas en estas palabras no es una excepción, ni un privilegio solo para ti: es el mismo amor que el Padre derrama sobre todos sus hijos. Yo siempre escucho, incluso cuando mis hijos piensan que hablo en silencio. No me canso de atender cada suspiro, cada lágrima y cada palabra que brota de un corazón sincero.

Muchos creen que escuchar es algo pasivo, pero para mí escuchar es amar. Cuando tú me hablas, yo no solo oigo tus palabras, también acojo lo que callas, tus miedos ocultos, tus heridas que no nombraste, tus esperanzas más profundas. Yo conozco tu corazón más de lo que tú mismo lo conoces. Y aun así, no me aparto de ti, porque mi misión no es señalar tus imperfecciones, sino levantarte cada vez que tropiezas.

El mundo, como bien dices, muchas veces juzga y condena, porque está marcado por la impaciencia y el orgullo. Las personas tienden a ver la paja en el ojo ajeno antes que la viga en el propio. Yo, en cambio, vine para sanar, no para aplastar; para dar vida, no para apagar la mecha que apenas humea. La firmeza de mis palabras no nace del deseo de herir, sino de la verdad que libera. Por eso, cuando te corrijo, lo hago con ternura, porque la verdad sin amor se convierte en dureza, y el amor sin verdad se vuelve engaño.

El amor que buscas, ese que no juzga ni condena, no se encuentra plenamente en este mundo. Ningún ser humano puede amar con la perfección y la constancia con que yo amo. Pero sí puedes vislumbrarlo en pequeños destellos: en un abrazo sincero, en un perdón inesperado, en la lealtad de una amistad verdadera. Esos reflejos son huellas de mi amor eterno.

Cuando dices que estás lejos de ser perfecto, recuerda que no te amo por tu perfección, sino por lo que eres: hijo del Padre, creado a su imagen. Tu fragilidad no es obstáculo para mí, es precisamente el lugar donde mi gracia puede desplegarse. Yo no espero que me muestres un corazón impecable, sino un corazón abierto.

Confía en que nunca dejaré de escucharte. Y cuando sientas que nadie en este mundo puede amarte como yo lo hago, recuerda que esa es la verdad: ningún amor humano será suficiente para llenar tu corazón por completo. Solo el amor del Padre, revelado en mí, puede colmar ese vacío.

Yo siempre estoy contigo. Habla, llora, ríe, guarda silencio... yo te escucho. Y cada vez que vuelvas a mí, volverás a experimentar el amor que nunca falla y que nunca se aparta de ti.

960

No hay comentarios:

Publicar un comentario