viernes, 15 de agosto de 2025

Hablar con Jesús (43) El pan de cada día.

Hola, Jesús:

En el Padrenuestro nos enseñaste a pedir: "Danos hoy nuestro pan de cada día". Pero en mi vida, como en la de tantos, suelo acumular por temor a que falte mañana. ¿Qué significa, de verdad, vivir sólo con el pan de cada día?

Jesús:

Vivir con el pan de cada día no es vivir en la escasez, sino en la confianza. Cuando enseño a pedir el pan para hoy, no estoy negando la previsión o el trabajo, sino señalando que la vida no debe construirse sobre el miedo al mañana.

Mira a las aves: no tienen graneros ni almacenes, pero el Padre las alimenta. Mira los lirios: no se afanan por tejer, y aun así están vestidos con belleza. No te digo esto para que abandones tus responsabilidades, sino para que no pongas tu seguridad en lo que guardas, sino en quien te sostiene.

Acumular más de lo que necesitas puede ser una trampa. No sólo porque te ata al temor de perderlo, sino porque te roba el gozo de recibir cada día como un regalo nuevo. Cuando tu corazón se aferra a lo que tienes, teme el momento en que ya no lo tengas. Cuando tu corazón se aferra a mí, sabe que cada amanecer trae lo que es necesario, aunque no sea lo que esperabas.

El pan de cada día no es sólo alimento para el cuerpo; también es la palabra que te sostiene, la gracia para la jornada que enfrentas, la fuerza para el paso que tienes delante. Pedir el pan para hoy significa aceptar que no siempre sabrás cómo se resolverá todo mañana, pero que hoy tienes lo suficiente para caminar.

La acumulación no siempre es material. Hay quienes guardan rencores, recuerdos o viejas heridas como si fueran tesoros, y ese peso les impide vivir el presente. Vivir con el pan de cada día también significa soltar lo que no corresponde a este momento, para recibir lo que Dios te da ahora.

En el desierto, el maná caía cada mañana, y si alguien intentaba guardarlo para el día siguiente, se echaba a perder. Así aprendieron que el sustento no venía de lo que podían retener, sino de la fidelidad de Dios. Ese mismo principio sigue vivo: lo que te sostiene no es tu reserva, sino la provisión constante del Padre.

Cuando aprendes a vivir así, descubres una libertad que el afán no conoce. Ya no necesitas defender un tesoro acumulado, porque tu tesoro es el Dios que no cambia. Y cuando tu corazón vive en esa libertad, puedes compartir lo que tienes sin miedo, sabiendo que mañana también habrá pan.

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