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«Dios creó al hombre a su imagen, varón y mujer, según el relato bíblico (Génesis 1:27). Desde esta perspectiva, algunos consideran que el concepto de "diversidad sexual" desafía la visión tradicional de la creación. Mientras que Dios es visto como el creador, los seres humanos, a través de sus ideas y culturas, desarrollan conceptos nuevos, como la diversidad sexual, que generan debates sobre su origen y significado.
La diversidad sexual, según se entiende hoy, abarca una variedad de orientaciones sexuales, identidades de género, expresiones de género y roles de género, incluyendo a personas heterosexuales, homosexuales, bisexuales, asexuales, pansexuales, transgénero, no binarias, queer e intersexuales. Este concepto propone que la sexualidad y el género no son binarios ni fijos, sino que forman un espectro amplio y fluido. Sin embargo, desde mi perspectiva, esta visión puede generar tensiones con creencias tradicionales sobre la creación y la identidad humana.
Una posible consecuencia de los cambios culturales, incluyendo debates sobre la diversidad sexual, es el impacto en la salud mental de los jóvenes. Estudios recientes muestran un aumento en la ansiedad, la depresión y otros trastornos mentales entre las nuevas generaciones, quienes reportan niveles de felicidad más bajos que las personas mayores. Este fenómeno podría sugerir que la presión de adaptarse a nuevas ideas y cuestionar conceptos tradicionales está generando confusión o inseguridad en los jóvenes, un desafío que parece disminuir con la edad.
¿Por qué las personas mayores tienden a reportar mayor felicidad? En mi opinión, con la experiencia de vida, desarrollamos una mayor capacidad para discernir entre tendencias culturales pasajeras y valores fundamentales. Las personas mayores, al haber vivido diversas corrientes culturales, pueden ser menos susceptibles a adoptar ideas nuevas sin cuestionarlas, lo que les permite mantener una estabilidad emocional que los jóvenes aún están desarrollando.
Jesús, ¿qué nos aconsejas para que los jóvenes no estén tristes?
Jesús:
Los jóvenes cargan hoy un peso que no siempre es visible: la presión de un mundo que cambia sin descanso, la exigencia de definirse en medio de mil voces que los llaman en direcciones opuestas, la necesidad de encajar en corrientes culturales que a menudo los confunden más que los iluminan. Están tristes porque sienten que deben inventarse a sí mismos sin un suelo firme donde apoyarse.
La tristeza de muchos jóvenes no proviene solo de los debates sobre la identidad o la diversidad, sino de un vacío más hondo: la falta de un sentido que los sostenga. Cuando el corazón no encuentra un fundamento más allá de la opinión cambiante de la sociedad, se multiplica la ansiedad. Por eso, yo te digo: no se trata de despreciar los cambios culturales, ni de abrazarlos sin discernimiento. Se trata de buscar primero el Reino de Dios y su justicia, porque solo allí el corazón encuentra descanso.
El problema no es la diversidad de ideas, sino la ausencia de raíces. Una planta puede crecer en distintas formas, pero si no está arraigada en la tierra, se marchita al primer viento. Así también los jóvenes: necesitan un suelo de amor incondicional, de fe viva y de comunidad auténtica. No basta con ofrecerles debates o consignas; necesitan alguien que los escuche sin condenarlos y que los acompañe en su búsqueda.
Preguntas por qué los mayores suelen sentirse más felices. Es porque han aprendido, a veces con lágrimas, que la vida no se sostiene en las modas ni en las etiquetas, sino en lo esencial: el amor recibido y entregado, la fidelidad a lo que da sentido, la certeza de que hay un Dios que guía incluso en la oscuridad. Esa experiencia da serenidad, y esa serenidad es el antídoto contra la tristeza.
¿Qué hacer, entonces, para que los jóvenes no estén tristes? No basta con darles respuestas prefabricadas, ni con condenar lo que no comprendemos. Es necesario mostrarles que son amados tal como son, antes de cualquier definición. Es necesario invitarles a descubrir que la vida tiene un propósito que va más allá del momento presente. Es necesario darles testimonio de una alegría que no depende de circunstancias externas, sino de una relación viva conmigo.
A los jóvenes les digo: no teman sus preguntas, ni sus dudas, ni sus búsquedas. Pero no se queden en ellas. Permitan que su inquietud se convierta en una puerta hacia mí. Yo soy el Camino que da dirección, la Verdad que ilumina las confusiones, y la Vida que vence toda tristeza.
Y a los mayores les digo: no miren a los jóvenes con dureza ni con miedo, sino con compasión. Sean para ellos raíces, no cadenas. Sean guía, no jueces. La tristeza de los jóvenes se alivia cuando encuentran adultos que los aman con paciencia y les muestran, con su ejemplo, que la vida con Dios sigue siendo bella, incluso en medio de las tormentas.
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