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«El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que un hombre encontró y escondió. En su alegría, va y vende todo lo que tiene, y compra ese campo» (Mateo 13:44).
El hombre que encuentra el tesoro no lo estaba buscando activamente, pero su descubrimiento cambia su vida. A veces, el encuentro con Dios puede suceder en momentos inesperados. ¿Qué condiciones se requieren para que eso sea posible?
Jesús:
El hallazgo del tesoro no depende solo del azar. Puede parecer un accidente, pero en realidad está preparado para quien tiene un corazón capaz de reconocerlo. El tesoro puede estar a la vista de muchos y, sin embargo, pasar inadvertido para casi todos.
Hay quienes tropiezan con lo sagrado y no lo perciben; otros lo perciben, pero lo consideran un obstáculo o un capricho pasajero; y hay quienes lo reconocen como lo más valioso, pero rehúsan pagar el precio que exige.
Para que el encuentro sea posible, el corazón debe estar despierto aunque la mente no esté buscando. Quien vive con rectitud y sinceridad, aunque desconozca el momento o el lugar, se encuentra preparado para ver. La mirada limpia reconoce la huella de lo eterno incluso en lo más pequeño o inesperado.
El tesoro se esconde en lo cotidiano: una palabra oída por casualidad, una situación que obliga a replantear la vida, un gesto que revela otra dimensión de la existencia. Quien vive distraído, dominado por el miedo, la codicia o el rencor, no lo verá; y si lo ve, lo despreciará por no coincidir con sus expectativas.
Cuando el tesoro se presenta, hay que actuar sin demora. No basta con reconocerlo: hay que tomar la decisión de dejarlo todo para poseerlo. Esto exige desprendimiento y valor. Muchos lo contemplan y lo admiran, pero siguen su camino, aferrados a lo que ya tienen.
El Reino se ofrece de la misma manera. No siempre llega a quien lo busca con insistencia, pero sí a quien, al encontrarlo, está dispuesto a entregarlo todo. La oportunidad no dura siempre; el campo puede volver a cubrir lo que guardaba. Solo lo posee quien lo reconoce y no deja que se le escape.
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