![]() |
A veces la fe parece firme, pero otras se ve envuelta en la niebla de la incertidumbre. Hay días en que creer es natural, y otros en que las preguntas pesan más que las certezas. ¿Cómo se sostiene la fe cuando la duda se presenta con fuerza?
Jesús:
La fe no es un muro sin grietas; es un camino que pasa por días de luz y noches de oscuridad. La duda, aunque parezca enemiga, puede convertirse en una puerta si no huyes de ella. Preguntarte por qué crees, quién es Dios para ti o cómo entender su silencio no significa traicionarme: significa que estás dejando que tu fe respire y crezca.
Cuando me seguían las multitudes, muchos creían mientras veían milagros. Pero hubo momentos en que hasta mis discípulos sintieron miedo y desconfianza. No les pedí que negaran su duda, sino que me siguieran a pesar de ella. La fe madura no es la que nunca duda, sino la que atraviesa la duda sin dejar de caminar.
En tiempos de incertidumbre, no busques forzar certezas rápidas. Más bien, guarda silencio, observa, espera. El alma necesita reposar para distinguir la voz de Dios entre tantas voces. A veces, la duda se disipa como la niebla al amanecer; otras, permanece más tiempo, pero aun así puedes vivir confiando en lo que ya conociste de mí.
Recuerda lo que has visto en tus momentos de claridad. La fe se alimenta de la memoria: de cómo fui tu sostén cuando no tenías fuerzas, de cómo abrí caminos donde parecía que no había salida. El recuerdo de esos actos es como una lámpara que sigue encendida cuando no hay luz nueva.
La duda también puede ser una prueba para purificar la fe de apoyos falsos. Muchos creen porque esperan recompensas inmediatas, y cuando no llegan, sienten que todo se derrumba. La fe verdadera se apoya en la confianza en mi persona, no en la comodidad de las circunstancias.
Si la duda te visita, no luches contra ella como contra un enemigo al que temes; mírala como un mensajero que te llama a profundizar. A veces, lo que parece un retroceso es en realidad un paso hacia una fe más sólida, más libre de ilusiones humanas.
La fe no es cerrar los ojos a la realidad; es abrirlos a una realidad más amplia que no siempre se ve a simple vista. Cuando te sientas débil, ora incluso sin sentir nada. Cuando no tengas palabras, permanece en silencio delante de Dios. La perseverancia en esos momentos tiene más valor que muchos días de entusiasmo.
Camina. Aunque la niebla no se levante enseguida, cada paso que das confiando en mí —sin apoyarte en emociones pasajeras— es un acto que fortalece el vínculo entre nosotros. La duda pasará, pero la fe que aprendió a atravesarla quedará más firme que antes.
920

No hay comentarios:
Publicar un comentario