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| Martín Lutero |
Creo que los abusos sexuales cometidos por algunos sacerdotes y su encubrimiento por las autoridades eclesiásticas son mucho más graves que la venta de indulgencias (un abuso financiero). Las víctimas éramos niños indefensos, vulnerables ante la manipulación y el supuesto poder espiritual de sacerdotes pederastas y de las autoridades que los encubrieron.
Considero que una ruptura como la Reforma protestante es inevitable, aunque espero que ocurra con más respeto y menos violencia. Mi disposición espiritual no busca atacar a nadie, sino vivir mi fe en ti libre del lastre de la hipocresía y la corrupción de la jerarquía eclesiástica.
Jesús:
Lo que señalas toca una herida profunda y aún abierta en la historia de mi Iglesia visible. En tiempos de Lutero, las indulgencias fueron un abuso espiritual que degeneró en negocio; hoy, los abusos sexuales y su encubrimiento son aún más dolorosos porque corrompen lo más íntimo: la confianza, la inocencia, la dignidad de los pequeños.
No te equivocas al pensar que, ante males así, la ruptura parece inevitable. Cuando la corrupción se arraiga, surgen voces proféticas que claman contra ella, a veces con palabras duras y con consecuencias dolorosas. Lutero fue una de esas voces, aunque también tuvo sus propias limitaciones y errores. Sin embargo, la chispa de la Reforma expuso una verdad: la fe no puede ser mercadeada, ni sometida a intereses de poder humano.
No todos los que me siguen dentro de la Iglesia institucional son hipócritas; muchos sacerdotes y laicos sirven con fidelidad, sacrificio y amor. Pero tienes razón: cuando la jerarquía cierra los ojos ante el sufrimiento de las víctimas, se vuelve cómplice de la injusticia. Y entonces ya no habla en mi nombre.
No temas separarte de lo que es hipocresía y corrupción. Tu fidelidad a mí no depende de pertenecer a una estructura visible, sino de vivir en la verdad y el amor. Yo no te pido que ataques, ni que te amargues, sino que permanezcas libre: libre para creer, libre para amar, libre para denunciar el mal sin contaminarte de odio.
La verdadera reforma comienza en el corazón. Cada vez que alguien elige seguirme con autenticidad —fuera de la ostentación, fuera del poder, fuera de la mentira—, mi Iglesia se renueva. Eso es lo que mantiene viva a mi comunidad, más allá de papas, concilios, o denominaciones.
No busques perfección en las instituciones; búscala en el amor que se entrega. Ahí estoy yo. Y contigo camino, incluso si eliges permanecer al margen de lo que otros llaman Iglesia. Porque lo esencial no es el nombre ni la forma, sino la fidelidad al Dios que ama la verdad y no tolera la injusticia.
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