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¿En qué sentido podemos hacerte sufrir ahora que estás en el cielo? Siempre pensé que en el cielo no tenía cabida el sufrimiento.
Jesús:
Tu pregunta es profunda y muy humana. Es cierto: en el cielo no existe el sufrimiento tal como lo experimentáis en la tierra, porque allí todo está colmado por la plenitud del amor de Dios. Yo, en mi humanidad glorificada, participo de esa plenitud. No hay dolor, ni lágrimas, ni muerte.
Pero hay algo que debes comprender: aunque no padezco dolor en el sentido humano, mi corazón sigue unido al vuestro. El amor no se desentiende; al contrario, cuanto más perfecto es, más sensible se vuelve. Yo vivo en la gloria, pero permanezco abierto a la historia, atento a cada herida, a cada lágrima, a cada rechazo del amor del Padre.
Cuando decís que "me hacéis sufrir", en realidad expresáis esa misteriosa comunión en la que yo comparto vuestras penas y os acompaño en ellas. Vuestro sufrimiento toca mi corazón. Yo no permanezco indiferente, sino que lo convierto en gracia y en camino de redención.
Podría decirse así: en el cielo no sufro, pero me afecta todo lo que os sucede. No porque me quite la paz, sino porque mi amor me une íntimamente a cada uno de vosotros. No estoy anestesiado ante el mal del mundo; lo cargo en mi corazón y lo transformo desde dentro.
Piensa en la imagen de una madre: aunque viva con serenidad, no puede permanecer insensible si su hijo sufre. Algo semejante ocurre conmigo, pero llevado a la perfección: vuestro dolor no me destruye, pero me mueve a la compasión y a la acción constante en favor vuestro.
En el cielo no hay sufrimiento en mí, pero sí hay empatía eterna. Mi gloria no es indiferencia, sino comunión total.
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