sábado, 27 de septiembre de 2025

Hablar con Jesús (135) Los niños que no nacieron.

Querido Jesús: 


Cuando pienso en los niños abortados, mi corazón se llena de preguntas y de dolor. Son millones las vidas truncadas antes de ver la luz, antes de recibir un nombre, antes de ser abrazados por sus padres. El mundo los llama "interrumpidos", "desechos", "no nacidos", pero yo me pregunto: ¿qué ocurre con esas almas que no llegaron a recorrer el camino terrenal?

Los niños que no nacieron

No llegaron a respirar,
no tuvieron nombre,
no dejaron huellas sobre la tierra.
Sin embargo, existen.
Los llevó el silencio antes que el llanto,
los guardó la eternidad antes que el tiempo.

El mundo los llama "interrumpidos",
"no nacidos",
pero en el corazón de Dios
no hay proyectos interrumpidos,
no hay vidas a medio trazar.
Cada uno es pensamiento eterno,
semilla guardada en un jardín invisible.

El aborto corta la carne y el futuro,
pero no puede arrancar el alma
del abrazo que la sostiene.
No son desechos,
no son sombras,
son luz recogida en la luz.
Van directamente allí
donde no hay lágrimas ni miedo,
donde la inocencia no se pierde,
donde la vida no se negocia.

Desde ese lugar nos miran,
sin reproche,
como testigos silenciosos.
Son memoria que clama,
pero también promesa que consuela:
habrá reencuentro,
habrá abrazo,
habrá palabra no pronunciada
que por fin será dicha.

Nada está perdido
para Aquel que hace nuevas todas las cosas.
Ni siquiera las vidas no nacidas
se pierden en el vacío:
se convierten en misterio,
en intercesión,
en semilla de conversión para los vivos.

Cuando todo sea revelado,
los padres reconocerán en ellos
un rostro que nunca vieron
y, sin embargo, siempre amaron.
Y en ese instante sabrán
que no fue muerte,
sino tránsito inmediato a la Vida,
vida con mayúscula,
vida que no se apaga.

Firmado: Jesús

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