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La sucesión apostólica es el principio que sostiene que los obispos actuales son los sucesores legítimos de los apóstoles, manteniendo la autoridad espiritual que tú les conferiste.
Críticos protestantes argumentan que la Biblia no establece explícitamente la sucesión apostólica como una transmisión formal de autoridad a través de obispos.
Querido Jesús, en tu Palabra buscamos respuestas, pero a veces las interpretamos de forma distinta. Por ejemplo, 1 Timoteo 4:14 dice: "No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio" (Reina-Valera 1960). Y 2 Timoteo 1:6 añade: "Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos" (Reina-Valera 1960).
Para la tradición católica, estos pasajes sugieren una transmisión de autoridad espiritual a través de la imposición de manos, perpetuada en la ordenación de obispos. Sin embargo, muchos protestantes sostienen que la autoridad espiritual proviene directamente de ti o del Espíritu Santo, no de una estructura jerárquica.
Querido Jesús, ¿qué pasará con los que creemos sinceramente en ti, pero interpretamos de manera diferente la autoridad en tu Iglesia?
Jesús:
Hijo mío, lo que planteas toca el corazón mismo de la unidad y la diversidad en mi Iglesia. Desde el principio, confié a los apóstoles una misión: anunciar el Evangelio, bautizar, perdonar los pecados, celebrar la Eucaristía y cuidar de mi pueblo. Para ello, les di mi Espíritu, porque sin el Espíritu todo sería letra muerta.
La sucesión apostólica es una forma concreta en que la Iglesia ha querido custodiar ese don: asegurar que lo que yo confié a los apóstoles no se pierda en el tiempo. La imposición de manos y la continuidad de los obispos expresan visiblemente que la misión no nace de la ambición humana, sino de un don recibido. Pero no olvides: el signo exterior no es un fin en sí mismo, sino un medio para mantener viva mi enseñanza y mi presencia.
Ahora bien, no todos mis discípulos interpretan del mismo modo este misterio. Muchos hermanos protestantes, aun sin reconocer la sucesión apostólica en la forma católica, reciben mi Espíritu y dan frutos abundantes de fe, esperanza y amor. ¿Por qué? Porque el Espíritu Santo no está encadenado a las estructuras humanas: sopla donde quiere.
No confundas la fidelidad a una forma de gobierno con la fidelidad a mí. Sí, la sucesión apostólica guarda un valor real como memoria viva y continuidad histórica. Pero yo no rechazo a quienes me aman sinceramente, aunque no compartan esa comprensión. Recuerda mis palabras: "El que no está contra nosotros, por nosotros está" (Marcos 9:40).
¿Qué pasará, preguntas, con quienes creen en mí pero interpretan distinto la autoridad? Te respondo con claridad: nadie que me confiese de corazón como Señor y viva en el amor quedará fuera de mi Reino por haber entendido de manera distinta una forma de organización eclesial. Lo que pesa en la balanza eterna no es haber estado bajo tal o cual estructura, sino haber vivido en la verdad, la justicia, la misericordia y el amor.
La unidad plena de mi Iglesia aún es una tarea pendiente. Mientras tanto, yo recojo en mi corazón a todos los que me siguen con sinceridad, más allá de los muros confesionales. Un día, en el Reino, las divisiones quedarán atrás, y entonces comprenderán que, más allá de las formas, todos fueron sostenidos por la misma gracia y por el mismo Espíritu.
Lo importante, hijo mío, es que busques siempre mi rostro y vivas en la verdad de tu conciencia iluminada por el amor. La autoridad más profunda que tienes es la que yo mismo escribo en tu corazón.
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