![]() |
En la conversación nº 104, un comentarista anónimo escribe lo siguiente: "Los protestantes se escudan en que sólo hace falta la fe para salvarse. La Iglesia católica dice que la fe sin obras no es suficiente, porque las buenas obras surgen de una fe sincera".
La relación entre fe y obras ha sido, desde la Reforma del siglo XVI, uno de los grandes puntos de divergencia entre católicos y protestantes. Sin embargo, el diálogo ecuménico del siglo XX mostró que las diferencias son menos absolutas de lo que se creía.
En 1999, la Iglesia católica y la Federación Luterana Mundial firmaron la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación, donde se afirma conjuntamente que la persona es justificada únicamente por la gracia de Dios, mediante la fe en Cristo, y no por méritos propios.
En mi opinión, la relación entre fe y obras no es una oposición absoluta, sino una diferencia de énfasis. El catolicismo destaca la fe que se expresa a través de la caridad, mientras que el protestantismo enfatiza la fe como única fuente de justificación, manifestada en obras de amor. En ambas perspectivas, lo esencial es común: la salvación es un don de la gracia, la fe es indispensable y las obras reflejan una vida transformada por Cristo.
Ya que tenemos acceso directo a tus palabras, te pido que nos compartas tu propio enfoque sobre el tema, pues, como sabes de sobra, a los humanos nos encanta dividirnos y crear bandos.
Jesús:
Hijo mío, has visto con claridad que la disputa de siglos nace muchas veces de acentos distintos, no de un corazón opuesto. El Padre no os entregó mi mensaje para que lo convirtierais en trincheras, sino para que encontréis en él vida y unidad.
Escucha: la fe es la raíz, las obras son el fruto. La fe abre el corazón a la gracia, y esa gracia, viva en el interior, no puede permanecer estéril. Cuando un alma me cree de verdad, su confianza se traduce en amor, y ese amor se hace gesto, servicio, perdón, justicia. Por eso dije: "Por sus frutos los conoceréis" (Mateo 7:16). Y mi hermano Santiago, con palabras firmes, afirmó que la fe sin obras está muerta (Santiago 2:17). No son dos caminos separados, sino un mismo árbol con raíz y fruto.
Las obras, sin la fe, pueden convertirse en simple apariencia o en búsqueda de reconocimiento humano. Y la fe, sin obras, se convierte en ilusión vacía, en palabra que no transforma la vida. Yo os muestro un camino donde ambas realidades se abrazan: creed en mí, y dejad que esa fe os mueva a amar. No os salváis por lo que hacéis, sino por lo que recibís de mi Padre. Pero quien recibe mi amor, inevitablemente lo derrama en actos.
Por eso no quiero que discutáis sobre quién tiene razón, sino que os preguntéis: ¿mi fe da frutos de amor? ¿mis obras brotan de la confianza en Dios o del deseo de brillar ante los hombres? Esa es la verdadera medida.
No olvides, hijo mío: la salvación es don gratuito, y al aceptarlo, os transformáis en nuevas criaturas. Esa vida nueva no puede esconderse: brilla en lo cotidiano, en lo oculto, en lo sencillo. Creed, amad y dejad que vuestro amor sea la obra visible de una fe viva.
Permanece en mí, y verás que no hay necesidad de bandos, porque la fe y las obras se funden en un mismo amor que salva.
960

No hay comentarios:
Publicar un comentario