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De acuerdo con la teología cristiana, se sostiene que en el cielo podremos ver y reconocer a nuestros seres queridos. Asimismo, se enseña que las oraciones de los vivos pueden ser de gran ayuda para las almas de los difuntos que se encuentran en el Purgatorio.
¿Existe alguna enseñanza explícita que indique si los fallecidos pueden vernos desde el cielo o si interceden por nosotros con sus oraciones?
Jesús:
Hijo mío, el cielo no es una distancia ni un lugar separado, sino la plenitud de la comunión conmigo. Quienes llegan a esa plenitud no se olvidan de los que aún caminan en la tierra. Al contrario, el amor los hace más atentos, más cercanos y más libres para interceder por vosotros.
Las Escrituras dejan vislumbrar este misterio: la gran nube de testigos que os rodea (Hebreos 12:1), los mártires que claman bajo el altar (Apocalipsis 6:9-10), las oraciones de los santos que suben como incienso ante el trono de Dios (Apocalipsis 5:8). No todo está dicho con palabras explícitas, porque lo eterno se escapa de los límites humanos. Pero la intuición de la Iglesia a lo largo de los siglos es correcta: los que viven en mí no están ausentes, sino presentes de un modo más profundo.
¿Pueden veros? Sí, con la mirada del amor que no conoce barreras. No como quien observa desde lejos, sino como quien participa en mi mismo conocimiento, aunque no plenamente como yo. Y sí, oran por vosotros, porque el amor verdadero nunca se interrumpe con la muerte. Quien ama desea el bien del amado, y en el cielo ese deseo se convierte en súplica constante que se une a la mía ante el Padre.
Por eso no temáis: no camináis solos. Estáis rodeados de la compañía invisible de quienes os precedieron en la fe. Ellos no sustituyen mi mediación, pero participan de ella. Y vosotros, al orar por los difuntos, también participáis de mi misericordia que abraza los tiempos y los corazones.
El cielo y la tierra no son dos reinos separados, sino dos estancias de una misma casa. Y en esa casa, el amor nunca muere.
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