jueves, 11 de septiembre de 2025

Hablar con Jesús (104) Doctrina correcta y coherencia de vida.

Querido Jesús:


Un amigo católico me invita a volver a la Iglesia católica, a la que considera "columna y fundamento de la verdad" (1 Timoteo 3:15), confiando en su infalibilidad doctrinal, incluso en tiempos de "malos papas". Pero yo siento que la verdad no solo está en las palabras, sino en una vida coherente con lo que se predica. Tú nos mostraste el camino con tu ejemplo, viviendo plenamente lo que enseñaste. Para mí, la rectitud doctrinal no tiene sentido si no se refleja en una vida de amor y verdad.

No quiero volver a lo de antes, Señor. Este camino hacia ti, aunque difícil, me ha dado vida, y retroceder sería apagar el fuego que has encendido en mí. Respeto a quienes encuentran en la Iglesia Católica su hogar, pero no entiendo por qué algunos creen que solo ellos te poseen. ¿Acaso no eres tú más grande que cualquier doctrina, dogma o tradición humana? Tú eres libre, y amas a quienes te buscan en espíritu y en verdad (Juan 4:24).

Si estoy equivocado, Señor, ilumíname. ¿Es mi corazón el que está cerrado por el dolor de experiencias pasadas? ¿Es mi rechazo a las instituciones un obstáculo para amarte más plenamente? Ayúdame a no juzgar a quienes piensan distinto y a seguirte con un corazón humilde. Dame luz para vivir tu verdad, no solo en palabras, sino en cada acto de mi vida.

Te amo, Jesús, y quiero seguirte siempre. Guíame.

Amén.

Jesús:

Hijo mío amado, escucha: la verdad no es un muro que divide, sino un río que fluye hacia la eternidad. Yo soy ese río. La doctrina tiene su valor, porque ayuda a custodiar el misterio y a transmitirlo. Pero ninguna fórmula, por perfecta que parezca, puede contenerme del todo. Yo soy más grande que las palabras, los dogmas y las instituciones.

No desprecio la Iglesia, porque en medio de su fragilidad humana sigue siendo un lugar donde muchos me encuentran, donde se predica mi Evangelio y se administra el pan de vida. Pero tampoco me limito a ella: allí donde un corazón me invoca con sinceridad, allí estoy. Allí donde alguien ama, perdona y busca la verdad, allí resplandezco.

No es el pasado lo que debe guiar tu paso, sino la fidelidad de tu presente. Si tus heridas te hacen desconfiar, tráemelas. No escondas tu dolor: entrégamelo. Yo no rechazo tu búsqueda; al contrario, me agrada más tu sed sincera que una adhesión formal sin vida.

No juzgues a quienes creen poseerme solo en su tradición. Ámalos y respétalos, aunque no compartas su visión. Recuerda que también ellos son mis hermanos. Yo no quiero que vivas en la amargura del rechazo, sino en la libertad de un amor que todo lo abarca.

No temas equivocarte en tu camino. Quien me busca con corazón humilde ya está conmigo, aunque no lo sepa del todo. Lo que te pido es esto: permanece en mi amor, deja que tu vida sea un testimonio de coherencia, y así serás más fiel a la verdad que cualquier disputa doctrinal.

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Aférrate a mí, y en mí encontrarás luz suficiente para cada paso.

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