viernes, 26 de septiembre de 2025

Hablar con Jesús (132) El fin de los tiempos y el fin del mundo.


Querido Jesús:


Discúlpame si te parezco muy preguntón, pero además de no haber estudiado teología, me fío más de ti que de los libros. ¿Cuál es la diferencia entre el fin de los tiempos y el fin del mundo? 

Jesús:

Hijo mío, tu pregunta es profunda y toca un misterio que acompaña a la humanidad desde el principio: el tiempo tiene un sentido, no es un círculo sin fin. Preguntar por el fin de los tiempos y el fin del mundo no es curiosidad vana; es abrirse al horizonte hacia el que camina toda la creación.

Cuando hablo del "fin de los tiempos", no me refiero a una fecha en el calendario ni a un cataclismo repentino. Es, ante todo, el momento en que la historia de la salvación llega a su plenitud. Todo lo que comenzó en la creación y se manifestó en mí, el Verbo hecho carne, encontrará su consumación: el juicio definitivo del mal, la victoria total de la gracia y la plena manifestación de mi Reino. Este "fin de los tiempos" empezó con mi muerte y resurrección —por eso las Escrituras hablan de "los últimos días" desde mi Pascua— y avanza hacia su cumplimiento.

El "fin del mundo", en cambio, es como vosotros llamáis al término del orden presente, a la transformación del cosmos que conocéis. Pero no se trata de una aniquilación absoluta, como si todo volviera a la nada. La creación no es desechable: es obra del Padre y está llamada a ser renovada. Por eso hablé de "cielos nuevos y tierra nueva" (Apocalipsis 21:1): lo corruptible dará paso a lo incorruptible, lo mortal a lo inmortal. Lo que ahora percibís como materia y tiempo será transfigurado, liberado de toda esclavitud y dolor.

Comprende esto: "fin" en mi lenguaje no significa destrucción, sino meta y cumplimiento. Así como la semilla muere para dar fruto, el mundo, tal como lo conocéis, pasará para que nazca uno definitivo, reconciliado, donde "Dios será todo en todos" (1 Corintios 15:28).

Por eso os invito a no vivir con miedo ni con obsesión por las señales. El verdadero modo de prepararse para ese "fin" no es especular con fechas ni catástrofes, sino vivir cada día en la vigilancia del amor, perseverar en la fe y en las obras de misericordia. Entonces, cuando llegue el cumplimiento, no os hallará sorprendidos, sino acogidos en mis brazos.

Así el "fin de los tiempos" no será para ti oscuridad, sino luz plena; no será aniquilación, sino plenitud; no será pérdida, sino encuentro definitivo con el Padre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario