domingo, 14 de septiembre de 2025

Hablar con Jesús (111) ¿Cremación o inhumación?

Querido Jesús:


Esta tarde estuve en un enorme cementerio en Santo Domingo para orar ante la tumba de un amigo. En esta isla lo cultural es la inhumación por la influencia católica. El caso es que yo no pude llegar a la tumba de mi amigo porque es prácticamente inaccesible para una persona de mi edad. Los jóvenes sí llegaron y le dejaron un ramo de flores. 

Mi interés por la inhumación es que me pudieran visitar mis familiares y amigos, pero visto lo difícil que es llegar a las tumbas de los pobres, voy a consultar los precios de la cremación que aquí solo realiza una funeraria. 

Desde el punto de vista espiritual, ¿qué diferencia existe entre la cremación y la inhumación? 

Jesús:

Hijo mío, tu pregunta nace del amor, porque piensas no en ti mismo, sino en los tuyos, en cómo ellos podrán recordarte y orar por ti. Ese cuidado por los demás ya es ofrenda valiosa delante de mi Padre.

Escucha: para Dios no hay diferencia entre cremación o inhumación. El modo en que el cuerpo vuelve al polvo no cambia la promesa de la resurrección. El Padre, que te formó del polvo con su aliento de vida, volverá a llamarte a la vida plena cuando llegue el día. Ni el fuego ni la tierra pueden impedir que su Palabra te recree.

A lo largo de la historia, las culturas han expresado su esperanza en la vida futura de maneras distintas: unos enterrando, otros incinerando, otros aún con ritos diferentes. Lo que cuenta no es el proceso material, sino la fe con que se vive y se espera. Yo mismo fui puesto en una tumba, pero lo esencial no fue el sepulcro, sino la victoria de la resurrección.

Si eliges la inhumación, hazlo en paz. Si eliges la cremación, hazlo en paz. Lo importante es que tu corazón se prepare para entregarse confiado al Padre. Lo demás son formas que ayudan a los vivos a recordar y a orar.

Te digo esto: no temas al olvido. Ni los senderos inaccesibles, ni la ausencia de flores, ni la falta de visitas borran tu nombre del corazón de Dios. Él te recordará siempre, y yo estaré contigo incluso en la muerte, porque para mí eres vida, y vida eterna.

Decide con libertad, hijo mío, pensando en la serenidad de los tuyos, pero sin cargar tu alma con preocupaciones que no pesan en el cielo. Lo esencial ya lo tienes: un corazón entregado a mí. Y eso es lo que permanece.

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