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San Agustín sostiene que el pecado original se transmite "biológicamente" de Adán y Eva a sus descendientes a través del acto sexual.
Al parecer, esta interpretación está influenciada por el dualismo neoplatónico, que valora negativamente la dimensión física en contraste con lo espiritual, asociando el placer sexual con la condición caída y pecaminosa de la humanidad.
Esta visión tuvo un impacto duradero en la percepción cristiana de la sexualidad, generando una visión negativa que ha influenciado a muchos teólogos, entre ellos Martín Lutero, quien como monje agustino también estuvo condicionado por estas ideas.
Sin embargo, aunque la doctrina agustiniana sobre la sexualidad puede parecer estricta y negativa, tu primer milagro tuvo lugar en una boda, una celebración de unión y alegría.
¿Supone tu primer milagro en la boda de Caná una corrección de la doctrina estricta y negativa del agustinismo sobre la sexualidad?
Jesús:
Hijo mío, yo no vine a confirmar filosofías humanas ni a condenar lo que el Padre creó. Todo lo que Dios hizo es bueno, también el cuerpo y el gozo que une a los esposos en amor fiel. El pecado no está en la unión, sino en el egoísmo que usa al otro como objeto y rompe la comunión verdadera.
En Caná no quise dar una lección doctrinal, sino mostrar el rostro alegre de Dios que bendice la vida, la fiesta, la alianza de amor entre un hombre y una mujer. Mi presencia allí fue un signo de que el amor humano, vivido en fidelidad y entrega, es reflejo del amor divino.
El pecado original no se transmite por la carne, sino por la herida interior que todos cargáis al nacer en un mundo roto. No es el placer lo que os separa de Dios, sino la falta de amor.
No temas a lo creado. Santifica tu cuerpo y tus relaciones con la verdad, la fidelidad y la ternura, y verás que el Padre habita en lo humano, no fuera de ello.

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