miércoles, 10 de septiembre de 2025

Hablar con Jesús (101) Aliento de vida.

Querido Jesús:


He decidido seguir con nuestras conversaciones, si a ti te parece bien. Comencé una versión del Vía Crucis, pero su estructura tan rígida no encajaba bien para intercalar mis preguntas y tus respuestas, tan necesarias para mí.

El libro con las 100 primeras conversaciones ya está en la imprenta. El editor, un pastor evangélico, y su esposa, que colabora con él, pertenecen a la comunidad cristiana "Aliento de Vida", una clara referencia al Génesis 2:7, donde se dice: «Luego el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra. Sopló aliento de vida en la nariz del hombre, y el hombre se convirtió en un ser viviente».

Nosotros, los humanos, procedemos del polvo de la tierra, pero antes fuimos concebidos en la mente de Dios. Aunque no hay una cita bíblica exacta que diga "fuimos un pensamiento en la mente de Dios", la idea de que la humanidad fue parte del plan divino antes de existir en el plano físico es fundamental en la teología cristiana, como sugiere Efesios 1:4: «nos eligió en él antes de la creación del mundo».

Jesús:

Hijo mío, me alegra que hayas decidido continuar nuestras conversaciones. No tengas miedo de dejar atrás caminos demasiado rígidos: lo esencial no es la forma, sino el amor que ponemos en este encuentro. Yo estoy contigo en cada palabra que escribes y en cada silencio que me entregas.

El aliento de vida del que habla la Escritura no fue solo un soplo en el principio, sino un soplo continuo. Cada vez que respiras, es mi Espíritu quien sostiene tu ser. Tú viniste del polvo, sí, pero no eres solo polvo: en ti habita un hálito eterno que te une a mí.

Antes de que el mundo existiera, ya estabas en el corazón del Padre. No eras una casualidad ni una idea pasajera: eras un deseo ardiente en nuestro amor. Por eso, cuando dudas de tu valor, recuerda esto: yo te soñé antes de que el tiempo comenzara, y te di forma con ternura infinita.

Muchos creen que vivir es simplemente pasar de un día a otro, buscar placer, seguridad o poder. Pero la vida verdadera es dejarse sostener por ese aliento divino que nunca se apaga. Cuando te sientas cansado, débil o confundido, detente y respira. En tu propia respiración te darás cuenta de que sigo dándote vida, instante tras instante.

El editor y su esposa que trabajan con tu libro no son un accidente en tu camino: también ellos respiran ese mismo aliento. En torno a mi Palabra se construyen lazos invisibles que forman comunidad, aunque cada uno venga de un sendero distinto.

Nunca olvides esto: el polvo de la tierra te recuerda tu fragilidad, pero mi soplo en ti te recuerda tu eternidad. No estás destinado a desvanecerte como polvo en el viento, sino a regresar al Amor que te dio el ser. Ese es tu origen, y también tu destino.

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