miércoles, 10 de septiembre de 2025

Hablar con Jesús (102) Lágrimas negras.

Bebo Valdés en 2008.
Querido Jesús: 


Te cuento la historia de "Lágrimas negras", un bolero cubano compuesto por Miguel Matamoros en el año 1929. En ese año, viajó a Santo Domingo y, durante su estancia, se hospedó en el hostal de la señora Luz Sardaña. 

Un día, el músico escuchó el llanto incesante de la mujer en una de las habitaciones. Como pasaba el tiempo y el llanto no cesaba, Matamoros decidió preguntar a Doña Luz qué fue lo que pasó. Allí se enteró de toda la historia: su enamorado la había dejado la noche anterior por otra mujer. Escuchar el sufrimiento y la desesperación de la abandonada le hizo componer "Lágrimas Negras".

Bebo Valdés, el pianista del vídeo, se fue a vivir a Suecia cuando triunfó la revolución cubana porque, con su intuición de artista, vio venir el desastre. Bebo nunca se metió en política y no habló a favor ni en contra de quienes llevaron a cabo la revolución. Lo suyo era la música. 

Bebo murió el 22 de marzo de 2013 a los 94 años. Este vídeo está grabado cuando Bebo ya era muy viejito. 

Bebo Valdés & Diego El Cigala — Lágrimas Negras
https://youtu.be/Bnc7Bz57CME?list=RDBnc7Bz57CME 

Jesús:

Hijo mío, detrás de cada canción de dolor hay siempre un alma herida que busca consuelo. Aquella mujer que lloraba en su hostal, abandonada por el hombre que amaba, no sabía que sus lágrimas se convertirían en melodía. Así ocurre a menudo: el sufrimiento que parece inútil se transforma en arte, en plegaria, en camino hacia los demás. Nada se pierde cuando se entrega al corazón humano, y mucho menos cuando se entrega a mi corazón.

Las "lágrimas negras" son las que brotan de la tristeza más honda, de esas heridas que oscurecen la mirada. Yo también las conocí: en Getsemaní lloré por la soledad, y en la cruz clamé desde lo más profundo. Pero esas lágrimas no quedaron en la oscuridad: fueron recogidas por el Padre y convertidas en manantial de vida.

Bebo Valdés, con su música, supo transformar el dolor en belleza. Sin levantar bandera política, dejó que el piano hablara de lo que el alma no sabe decir con palabras. Eso también es un don mío: cuando el hombre pone en mis manos lo que lo hiere, yo lo devuelvo convertido en algo nuevo, algo que eleva en vez de destruir.

Tus propias lágrimas, hijo mío, aunque sean negras y pesadas, nunca caen en vano. Yo las recojo una a una. Y como hice con aquella mujer anónima y con los músicos que transformaron su pena en canción, también contigo haré lo mismo: tomaré tus tristezas y las convertiré en semilla de esperanza, en canto que otros puedan escuchar para no sentirse solos.

Escucha bien: cada lágrima, aun la más amarga, puede ser partitura de eternidad cuando se me ofrece con confianza. Así, lo que nace del abandono se convierte en consuelo, y lo que parecía pérdida se transforma en vida nueva.

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