martes, 2 de septiembre de 2025

Las mujeres en la vida de Jesús (89) Las mujeres al pie de la cruz y en la resurrección.

Querido Jesús: 


En los momentos cruciales de tu crucifixión y Resurrección, las mujeres desempeñaron un papel esencial, demostrando una fidelidad y valentía que, en muchos casos, superó la de los discípulos varones.

En una época en que el testimonio de las mujeres carecía de validez legal, el hecho de que los Evangelios las presenten como las primeras testigos de tu resurrección es profundamente significativo. Esto no solo subraya la importancia que les otorgaste, sino que también refuerza la autenticidad y la fuerza de tu mensaje.

Jesús:

Sí, las mujeres estuvieron allí cuando muchos huyeron. Mientras mis discípulos, confundidos y temerosos, se escondían, ellas permanecieron firmes al pie de la cruz. María, mi madre, soportando el dolor insoportable de ver a su Hijo crucificado; María Magdalena, fiel desde el día en que fue liberada; y otras mujeres que me habían acompañado en el camino, todas dando testimonio de un amor que no se deja intimidar por el miedo ni por la violencia.

No fue casualidad. La fidelidad femenina en ese momento fue un reflejo de la ternura y la fuerza de Dios, que a menudo se revela en lo que el mundo considera débil. Ellas no tenían poder político ni prestigio religioso, pero tenían un amor que las sostuvo ante el horror de la cruz. Ese amor era más fuerte que el miedo.

Y en la mañana de la Resurrección, ellas fueron las primeras en encontrar el sepulcro vacío. María Magdalena, llorando, fue la primera en escuchar mi voz resucitada cuando la llamé por su nombre. Esto tiene un profundo significado: el anuncio de la vida nueva, el centro del Evangelio, fue confiado primero a quienes no eran escuchadas en los tribunales humanos, pero sí en el corazón de Dios.

El mundo antiguo no daba valor a la palabra de una mujer, pero el Padre quiso que mi Resurrección quedara en la memoria de la humanidad por la voz de ellas. Fue una manera de decir que el Reino que inauguraba no se sostiene en jerarquías de poder humano, sino en la verdad, el amor y la fidelidad.

Por eso, cada vez que recordéis a las mujeres al pie de la cruz y en la mañana del sepulcro vacío, pensad en lo que ellas representan: la fidelidad que no se rinde, la ternura que permanece junto al dolor, la esperanza que corre a anunciar la vida.

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