jueves, 26 de junio de 2025

Las diez trampas del ego espiritual

Juan Julio Alfaya

En el camino espiritual, es fácil creer que cuanto más avanzamos, más libres estamos del ego. Pero una de las paradojas más sutiles del crecimiento interior es que el ego no desaparece fácilmente: se transforma, se disfraza, se adapta. Así nace el ego espiritual, esa parte de nosotros que, lejos de extinguirse, encuentra nuevas formas de afirmarse a través de la propia búsqueda espiritual.

A continuación, exploramos nueve trampas comunes del ego espiritual. Reconocerlas no es motivo de culpa ni vergüenza, sino una oportunidad de profundizar en la autenticidad de nuestro proceso.

1. Creerse más evolucionado que los demás

Una de las trampas más comunes consiste en pensar —aunque sea en silencio— que hemos "despertado" más que otras personas. Esta sensación puede surgir después de leer ciertos libros, meditar durante años o seguir a un maestro reconocido. Sin embargo, la verdadera evolución espiritual no genera arrogancia, sino humildad. Creerse superior es una señal clara de que el ego sigue al mando, solo que con ropa nueva.

2. Usar el lenguaje espiritual para evitar emociones

Frases como "todo es una ilusión" o "solo hay que soltar" pueden sonar sabias, pero a menudo se usan para evitar enfrentar emociones incómodas: rabia, miedo, tristeza, culpa. Este fenómeno se conoce como evasión espiritual, y aunque parezca inofensivo, puede bloquear el crecimiento real. La espiritualidad auténtica no evita el dolor: lo atraviesa con presencia.

3. Buscar experiencias místicas como trofeos

Algunas personas se obsesionan con alcanzar estados elevados: despertar la kundalini, tener visiones, sentir éxtasis. Aunque estas experiencias pueden ser reales y transformadoras, no definen la profundidad de una persona. El ego espiritual convierte estos momentos en medallas o símbolos de estatus, buscando validación en lo extraordinario en lugar de en lo cotidiano.

4. Identificarse con un maestro, grupo o linaje

Adherirse ciegamente a un maestro, religión o corriente espiritual puede convertirse en una forma de ego colectivo. Surge el "nosotros" frente al "ellos": nosotros somos los verdaderos, los que seguimos el camino correcto; los demás están perdidos. Esta identificación refuerza la separación, cuando la espiritualidad auténtica tiende a unir, no a dividir.

5. Creer que ya no se tiene ego

Quizá la trampa más peligrosa sea pensar que hemos trascendido el ego. Esta creencia crea un punto ciego que impide ver cómo sigue actuando, de forma más sutil. El ego puede usar incluso la idea de "iluminación" para consolidarse. Cuanto más creemos estar más allá del ego, más poder le damos en la sombra.

6. Rechazar el mundo material o el cuerpo

Algunas enseñanzas espirituales enfatizan tanto el desapego, que terminan por negar el cuerpo, la sexualidad, el placer o la vida material. Se cae entonces en un dualismo estéril: espíritu bueno, materia mala. Pero la espiritualidad encarnada abraza lo humano como parte del camino: el cuerpo, las relaciones, el trabajo… Todo puede ser vehículo de consciencia.

7. Buscar validación a través del rol de sanador o guía

El deseo de ayudar puede ser genuino, pero si se mezcla con la necesidad de ser reconocido, admirado o necesitado, se convierte en alimento para el ego espiritual. Hay guías que terminan creando dependencia en sus discípulos, o que no toleran ser cuestionados, porque confunden autoridad con iluminación.

8. Exigir pureza o perfección en uno mismo o en los demás

Cuando el ideal espiritual se convierte en un estándar rígido, cualquier emoción humana es vista como "vibración baja" o "algo egoico". Esto produce represión, juicio y desconexión. La espiritualidad auténtica no se mide por la pureza, sino por la capacidad de amar incluso lo imperfecto, en uno mismo y en los otros.

9. Confundir intuición con proyecciones del ego

A veces, lo que creemos que es una "sensación" o "intuición" profunda no es más que el ego disfrazado, queriendo evitar algo que teme. Decimos cosas como: "esa persona tiene mala energía", cuando en realidad simplemente nos ha tocado una herida. Discernir entre intuición y proyección requiere honestidad y humildad.

10. El ego no se destruye, se reconoce

El ego espiritual no es algo que se elimina, sino algo que se comprende y se observa sin identificarse con él. No se trata de culparse por caer en estas trampas, sino de mantener una actitud vigilante, abierta, autocrítica y compasiva.

La madurez espiritual no radica en vivir sin ego, sino en saber cuándo está actuando y elegir no obedecerle.

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