martes, 17 de junio de 2025

Alemania: desalojan a ancianos de residencias para alojar inmigrantes

Un escándalo sacude a la opinión pública alemana tras la decisión de algunas instituciones de desalojar a ancianos de sus residencias para convertir los inmuebles en albergues para solicitantes de asilo. El caso más notorio se produjo en el barrio berlinés de Wedding, donde más de un centenar de mayores fueron trasladados de manera anticipada de una residencia gestionada por Diakonie, una entidad cristiana sin ánimo de lucro.

Un hogar interrumpido

La residencia Wohnen & Pflege Schillerpark tenía contrato hasta 2031, pero la entidad gestora lo rescindió de forma anticipada, argumentando un cambio de uso del edificio. En su lugar, se habilitará un centro de acogida para migrantes. Según informes, unos 110 residentes mayores se vieron afectados, muchos de ellos con problemas de movilidad o enfermedades crónicas. La noticia cayó como un jarro de agua fría entre los familiares y el personal, que apenas recibió explicaciones claras.

Los testimonios son desoladores: muebles amontonados en la calle, ancianos llorando al ser trasladados a otras instalaciones, y trabajadores conmocionados por el repentino cambio de planes.

¿Razones humanitarias o financieras?

Las autoridades justificaron la decisión como parte de una respuesta humanitaria ante la creciente presión del sistema de acogida. Sin embargo, diversos medios alemanes, como Focus, han revelado que alojar refugiados resulta significativamente más rentable para las organizaciones que mantener residencias de mayores, lo que ha generado sospechas de que el verdadero motor del cambio fue económico.

Además, Diakonie habría utilizado una cláusula legal de "uso personal" del inmueble para invalidar los contratos vigentes con los ancianos, una maniobra que, aunque legal, ha sido ampliamente criticada por su falta de sensibilidad ética.

No es un caso aislado

En la localidad de Lörrach, en el suroeste del país, ocurrió un hecho similar. Unos 40 ancianos fueron desalojados de un edificio municipal destinado originalmente a atención geriátrica. Las autoridades locales anunciaron que el edificio sería reacondicionado para recibir inmigrantes. La reacción pública fue inmediata: se recibieron más de 1.500 llamadas y 250 correos electrónicos de protesta. Algunos ciudadanos incluso organizaron manifestaciones, que fueron tachadas de "xenófobas" por parte de algunos sectores políticos.

Reacciones y debate ético

El escándalo ha abierto un intenso debate en Alemania. Por un lado, está la necesidad de atender con dignidad a quienes huyen de la guerra o la miseria. Por otro, surge la indignación por lo que se percibe como un desprecio hacia los más vulnerables del propio país: los ancianos.

Los críticos acusan a las organizaciones responsables de "mercantilizar el sufrimiento", al priorizar ingresos por encima del bienestar de personas que han contribuido durante toda su vida a la sociedad alemana.

Además, el caso pone de relieve la crisis estructural del sistema de atención geriátrica en Alemania, donde hay escasez de personal cualificado y financiación, lo que obliga a muchas residencias a depender de convenios públicos o acuerdos de arrendamiento precarios.

¿Un síntoma de algo mayor?

Más allá del caso puntual, el episodio revela tensiones profundas en la política de bienestar social y migratoria del país. ¿Hasta qué punto es sostenible un modelo que enfrenta a sectores vulnerables entre sí? ¿Qué lugar ocupan los mayores en la jerarquía de prioridades de una sociedad envejecida?

Por ahora, los ancianos desalojados han sido reubicados en otras residencias, pero muchas de ellas están lejos de sus antiguos barrios o de sus familiares. Algunos, según testimonios recogidos en medios locales, no logran adaptarse a los nuevos entornos.

Mientras tanto, el edificio de Schillerpark se prepara para recibir a sus nuevos habitantes.

Reflexión

El Estado del Bienestar nació para proteger a los más vulnerables: niños, enfermos, ancianos, desempleados. Hoy, sin embargo, parece desbordado, rehén de cálculos económicos y tensiones ideológicas. Cuando un país ya no puede —o no quiere— garantizar a sus mayores un lugar digno donde envejecer, no solo falla un sistema: se fractura un pacto moral. La crisis del Estado del Bienestar no es solo presupuestaria, es también una crisis de prioridades y de compasión.

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