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Franco: el enemigo como amenaza existencial
Durante su dictadura (1939-1975), Francisco Franco gobernó España con mano de hierro, centralizando el poder en un régimen nacionalista y católico. Para consolidar su autoridad, identificó a comunistas y masones como los grandes enemigos de la nación. Estos grupos, junto con otros opositores, fueron presentados como una amenaza existencial a la unidad, la tradición y los valores que Franco defendía. Los comunistas, asociados al marxismo y la revolución, eran vistos como un peligro para el orden social; los masones, envueltos en un aura de conspiración, representaban una influencia extranjera y anticlerical.
Esta narrativa no era mera retórica. Franco respaldó su discurso con una represión brutal: miles de opositores fueron ejecutados, encarcelados o exiliados. La identificación del enemigo justificaba un estado de excepción permanente, donde cualquier disidencia podía ser etiquetada como traición. En este contexto, el "enemigo" no solo unificaba a los seguidores del régimen, sino que también legitimaba la eliminación física o política de cualquier oposición.
Sánchez: el enemigo en la arena democrática
En contraste, Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español desde 2018, opera en una democracia consolidada con instituciones independientes y pluralismo político. En su discurso, los "enemigos" son los partidos de ultraderecha (principalmente Vox), ciertos jueces y sectores de la prensa que él y su partido, el PSOE, perciben como la "fachosfera". Estos actores son señalados como obstáculos a su agenda progresista, que incluye reformas sociales, económicas y territoriales.
A diferencia de Franco, Sánchez no recurre a la represión estatal, sino a la confrontación verbal y la polarización política. Calificar a la ultraderecha, jueces o medios como amenazas permite a Sánchez galvanizar a su base electoral, presentándose como un baluarte contra el retroceso democrático o el resurgimiento de ideas extremistas. Esta estrategia, aunque efectiva para movilizar votantes, también ha sido criticada por exacerbar la división en una sociedad ya polarizada.
Similitudes y diferencias
Ambos líderes, Franco y Sánchez, han utilizado la figura del "enemigo" para cohesionar a sus seguidores y justificar su acción política. Franco operaba en un régimen totalitario sin libertades, donde el enemigo era eliminado físicamente o silenciado por la fuerza. Sánchez, en cambio, actúa en un sistema democrático con contrapesos, donde el "enemigo" es combatido en el terreno del discurso, las elecciones y las instituciones.
Otra diferencia clave es el contexto histórico. Franco gobernó en una España devastada por la Guerra Civil, donde la narrativa del enemigo interno justificaba la consolidación de un régimen unipersonal. Sánchez, en una democracia moderna, enfrenta una oposición que opera dentro de las reglas del juego democrático, lo que limita su capacidad de acción a la retórica y la estrategia política.
Conclusión
Franco usó a comunistas y masones para justificar una dictadura represiva; Sánchez señala a jueces, periodistas y Guardia Civil para perpetuar su liderazgo en una democracia polarizada. Aunque las intenciones y métodos difieren, ambos casos muestran cómo el señalamiento de un adversario puede ser una herramienta poderosa para definir una narrativa política. En un mundo cada vez más dividido, la pregunta sigue siendo si estas estrategias unen o fracturan aún más a la sociedad española.
Franco creó la clase Media. Pedro se ha cargado la clase media.
ResponderEliminarPedro Sánchez es un dictador en democracia. Hará lo imposible por acabar con España tal como la conocemos hoy para convertirla en un estado fallido dirigido por una élite de puteros y corruptos.
ResponderEliminarEs verdad que Pedro Sánchez y los tontos que le votan acabarán con la clase media si no se lo impedimos.
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