sábado, 17 de mayo de 2025

Contra lo que pensaba Freud, la religión no es un factor de neurosis, sino que puede ser uno de sus alivios

Freud y Jung
Freud, en obras como El porvenir de una ilusión (1927), consideraba la religión como una neurosis colectiva, una construcción ilusoria para lidiar con la ansiedad y la impotencia ante la realidad. Según Freud, la religión ofrecía consuelo, pero a costa de reprimir impulsos y perpetuar una dependencia infantil hacia figuras de autoridad divinas, lo que podía exacerbar conflictos internos.

La idea de que la religión actúa como un alivio para la neurosis tiene respaldo en diversas perspectivas psicológicas y sociológicas. Por ejemplo, autores como Carl Jung veían en la religión un medio para integrar el inconsciente y encontrar sentido, lo que podía estabilizar la psique.

Jung ofrece una perspectiva que apoya la idea de la religión como un alivio para la neurosis. En obras como Psicología y religión (1938), argumenta que los símbolos religiosos ayudan a las personas a procesar conflictos internos y a conectar con lo trascendente. Para Jung, la falta de conexión con el inconsciente colectivo (a menudo mediada por la religión o los mitos) podía llevar a la alienación y al vacío existencial, lo que él observaba en la modernidad. Por ejemplo, los rituales religiosos o los mitos proporcionan un marco para enfrentar la muerte, la culpa o la incertidumbre, actuando como estabilizadores psíquicos.

Jung no reduce la religión a una neurosis (como Freud), pero tampoco la idealiza. Para él, su valor radica en su capacidad de conectar al individuo con lo profundo y universal, siempre que se viva de forma consciente y no dogmática.

El dogmatismo

El dogmatismo —caracterizado por reglas rígidas y creencias inamovibles— puede sofocar esta exploración personal. Al imponer una verdad absoluta, ignora las necesidades únicas de la psique individual, lo que puede generar represión de aspectos como la Sombra (partes "inaceptables" de uno mismo), llevando a ansiedad, culpa o neurosis. Por ejemplo, una persona que reprime deseos naturales por temor a violar un dogma puede desarrollar conflictos internos.

Las religiones dogmáticas suelen enfatizar el pecado, la obediencia y el castigo divino, lo que puede inducir miedo y culpa excesivos. Desde una perspectiva psicológica, esto puede exacerbar trastornos como la ansiedad o la depresión. Estudios modernos, como los de Kenneth Hannah Exline (2015), han mostrado que entornos religiosos rígidos pueden aumentar el estrés psicológico al imponer estándares morales inalcanzables. Para Jung, este enfoque refuerza la represión de la psique, impidiendo la integración de los aspectos conflictivos de la personalidad.

El dogmatismo tiende a dividir el mundo en "nosotros" (los creyentes correctos) y "ellos" (los herejes o infieles), lo que puede fomentar intolerancia y conflicto. Jung, en su análisis de los arquetipos, veía este comportamiento como una proyección de la Sombra colectiva: los aspectos no reconocidos de una comunidad se proyectan en un "enemigo". Esto no solo daña las relaciones sociales, sino que también limita la capacidad de la psique para integrar perspectivas diversas, un proceso que Jung consideraba esencial para el crecimiento.

La religión dogmática reprime la libertad psíquica, fomenta el miedo y la culpa, polariza a las personas y frena el desarrollo espiritual. Desde el punto de vista de Jung, una religión sana es aquella que permite al individuo dialogar con los arquetipos, cuestionar y encontrar un sentido personal en los símbolos, en lugar de someterse ciegamente a ellos.

Jung creía que la religión debía ser un proceso vivo, adaptándose a las necesidades cambiantes del individuo y la sociedad. El dogmatismo, al resistirse al cambio, puede convertir los símbolos religiosos en formas vacías, despojándolos de su poder transformador. Por ejemplo, un ritual dogmático puede perder su capacidad de conectar con el inconsciente si se realiza mecánicamente, sin reflexión personal.

En resumen, el efecto de la religión depende del contexto: puede ser un refugio para algunos, pero también una fuente de culpa o conflicto para otros, especialmente en interpretaciones rígidas o dogmáticas. La frase propuesta invita a repensar la visión freudiana, pero no elimina la complejidad: la religión no es inherentemente neurótica ni sanadora, sino un fenómeno multifacético cuya influencia varía según la persona y la cultura.

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