viernes, 16 de mayo de 2025

La polarización en España: Un desafío creciente para la democracia

España enfrenta un desafío cada vez más acuciante: la polarización política y social. Este fenómeno, que ha alcanzado niveles alarmantes en los últimos años, amenaza la cohesión social, la confianza en las instituciones y la capacidad de alcanzar consensos necesarios para el funcionamiento de un sistema democrático. En este artículo, analizamos las causas, manifestaciones y posibles soluciones a la polarización en España, un país que, según estudios, se encuentra entre los más polarizados de Europa.

Un panorama de fractura social

La polarización en España no es un fenómeno nuevo, pero su intensidad ha crecido significativamente en el siglo XXI. Según un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), a finales de 2019, el 15% de los españoles se ubicaba en posiciones ideológicas extremas, el doble que una década antes. Este porcentaje, tres veces mayor que hace 30 años, refleja un alejamiento de las posiciones centristas que caracterizaron la política española durante la Transición democrática. Además, la polarización afectiva —el rechazo emocional hacia quienes piensan diferente— ha aumentado un 30,6% entre 2021 y 2024, según la IV Encuesta Nacional de Polarización del CEMOP.

Esta división se manifiesta en la percepción de los ciudadanos: el 82% considera que la crispación política ha aumentado en los últimos cuatro años. Las elecciones generales de 2023, marcadas por una retórica polarizadora en redes sociales, evidenciaron esta tendencia, con partidos como PSOE, PP, Vox y Sumar recurriendo frecuentemente a críticas hacia sus rivales, aunque con un bajo nivel de discurso tóxico. Sin embargo, la polarización no se limita al ámbito político; se ha extendido a la vida cotidiana, afectando incluso preferencias culturales, como los gustos musicales o los destinos turísticos, donde las diferencias entre izquierda y derecha son cada vez más marcadas.

Causas de la polarización en España

La polarización en España tiene raíces históricas, económicas, sociales y tecnológicas que se entrelazan para agravar las divisiones:

• Herencia histórica: La Guerra Civil (1936-1939) y la posterior dictadura franquista dejaron cicatrices profundas en la sociedad española. Temas como la memoria histórica siguen siendo fuente de controversia, alimentando narrativas opuestas sobre el pasado. La polarización territorial, exacerbada por el conflicto catalán entre 2017 y 2019, ha reavivado tensiones entre el nacionalismo español y los movimientos independentistas.

• Crisis económica y desigualdad: La crisis financiera de 2008 aumentó las desigualdades y el desempleo, generando descontento hacia la clase política. Este malestar dio lugar a la irrupción de nuevos partidos como Podemos y Ciudadanos en 2014-2015, y más tarde Vox, que rompieron el bipartidismo tradicional de PSOE y PP, llevando a los partidos a posiciones más extremas.

• Cuestiones identitarias y territoriales: La cuestión catalana, especialmente durante el 'procés' (2017-2019), ha sido un factor polarizador clave. La Ley de Amnistía, aprobada tras un largo debate, es rechazada por el 56% de los españoles, mientras que solo el 29% la apoya, con claras diferencias ideológicas: el 62,4% de la izquierda radical la respalda, frente al 11,5% de la derecha radical. Otros temas, como las políticas de género (por ejemplo, la Ley Trans) o la inmigración, también dividen a la sociedad, con mayor apoyo entre mujeres y jóvenes.

• Redes sociales y polarización mediática: Las plataformas digitales amplifican las voces extremas y refuerzan las burbujas ideológicas. Un análisis de los posts de los principales partidos en las elecciones de 2023 mostró que las críticas a los rivales predominaban en sus estrategias discursivas. Además, los medios de comunicación, cada vez más alineados con posturas políticas, contribuyen a la "foxnewsización" (estilo Fox News) del panorama informativo, según Reporteros Sin Fronteras.

• Liderazgos y estrategias políticas: Los partidos han adoptado tácticas polarizadoras para movilizar a sus bases. Por ejemplo, Vox ha resucitado debates que se creían consensuados, como el feminismo, generando reacciones contrarias que intensifican las divisiones. Líderes como Pedro Sánchez y Santiago Abascal despiertan fuertes rechazos: el 72,1% de los votantes de Vox y el 55,8% de los del PP sienten "asco" hacia Sánchez, según el CIS.

Consecuencias para la democracia española

La polarización tiene efectos profundos en el funcionamiento de la democracia española:

• Parálisis legislativa: La incapacidad para aprobar Presupuestos Generales del Estado durante más de dos años antes de 2020 es un ejemplo de cómo las divisiones ideológicas obstaculizan la gobernabilidad. La fragmentación parlamentaria, con múltiples partidos en posiciones opuestas, complica la formación de coaliciones estables.

• Desconfianza en las instituciones: Los ciudadanos perciben a los políticos como uno de los principales problemas del país, según encuestas del CIS. Esta desafección, combinada con la polarización, reduce la legitimidad de las instituciones democráticas.

• Aumento de la crispación social: La polarización afectiva lleva a los ciudadanos a rechazar no solo a los partidos opuestos, sino también a sus votantes. Esto se traduce en una menor disposición a dialogar, con un 75% de los españoles abiertos a convivir con vecinos de diferentes ideologías, pero con crecientes tensiones en el ámbito personal.

• Riesgo de erosión democrática: Un dato alarmante es que los españoles con altos niveles de polarización afectiva son más propensos a apoyar acciones que transgredan las normas democráticas en situaciones de crisis, según el CEMOP.

Hacia una sociedad menos dividida

Combatir la polarización en España requiere un enfoque integral que aborde tanto las causas estructurales como las dinámicas actuales:

• Fomentar el diálogo y la educación cívica: Promover espacios donde ciudadanos de diferentes ideologías puedan debatir con respeto es crucial. La educación cívica, enfocada en el pensamiento crítico y la tolerancia, puede ayudar a las nuevas generaciones a resistir las narrativas polarizantes.

• Regular las redes sociales: Reformar los algoritmos para reducir la amplificación de contenido divisivo y combatir la desinformación sin restringir la libertad de expresión es un paso necesario. Iniciativas como las propuestas por el científico del CSIC Luis Miller, como un decálogo de buenas prácticas para el discurso político, podrían limitar el lenguaje polarizador.

• Liderazgo responsable: Los partidos políticos deben priorizar el interés general sobre las victorias electorales a corto plazo. Evitar trasladar debates consensuados, como la gestión de la pandemia, a terrenos polarizantes, como la cuestión territorial, es fundamental.

• Abordar las desigualdades: Reducir las brechas económicas y sociales que alimentan el descontento es clave para prevenir el auge de discursos extremistas. Políticas que promuevan la inclusión y el bienestar pueden reconstruir la confianza en el sistema.

Un futuro en juego

España no está condenada a la polarización perpetua, pero el camino hacia una sociedad más unida requiere voluntad política y compromiso ciudadano. Como señala el informe de Kreab sobre los medios en 2025, el éxito de las democracias depende de conectar con una audiencia en constante cambio, ofreciendo calidad y valor añadido.

La polarización es también una herramienta de desinformación utilizada por actores externos para debilitar las democracias. Reconocer este desafío global y actuar con determinación a nivel nacional es esencial. La democracia española, con sus fortalezas y vulnerabilidades, tiene la oportunidad de demostrar que el diálogo puede prevalecer sobre la división. El reto está en no dejar que el odio siga definiendo lo que nos separa.

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