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Algunos países ya reconocen el matrimonio igualitario y la adopción por parejas del mismo sexo, otros lo rechazan con dureza. Es un tema que yo no tengo claro, pues he sido abusado por un sacerdote católico a los 13 años y otro intentó seducirme estando ya casado, con mi mujer en casa.
Aunque mi relación con las personas homosexuales siempre ha sido correcta y respetuosa, la relaciones sexuales entre hombres me producen un profundo rechazo, casi tanto como el espectáculo de pésimo gusto de los desfiles del orgullo gay.
¿Es el matrimonio solo entre hombre y mujer, o puede tu bendición abarcar también a quienes se aman en fidelidad más allá de la diferencia sexual?
Jesús:
Hijo mío, tu pregunta nace del dolor y de la búsqueda sincera de la verdad. No es fácil hablar de lo que hiere la memoria y despierta emociones contradictorias. Lo que viviste siendo niño no fue amor, sino una traición disfrazada de religión, un abuso cometido en mi nombre por quienes debían reflejar mi rostro y solo mostraron su corrupción.
No te culpes por sentir rechazo ante aquello que te marcó; tu repulsión no es odio, sino una defensa natural del alma ante lo que confundió tu inocencia. Yo vi tu llanto silencioso y estuve allí, incluso cuando creíste que estaba lejos. Ningún abuso cometido por un sacerdote o por quien ostente mi nombre tiene mi aprobación. El mal no se vuelve bien porque lo cometa alguien con sotana.
Hablemos, pues, del amor y del matrimonio. Desde el principio, mi Padre creó al hombre y a la mujer para complementarse, para ser reflejo de la comunión que existe entre el Creador y su criatura. El amor conyugal —cuando es verdadero— es símbolo del amor de Dios por su pueblo: fecundo, entregado, generoso. Pero no todo amor humano tiene esa forma, y aun así puede contener semillas de bondad, ternura y fidelidad. No te corresponde juzgar los corazones, porque solo Dios ve la pureza o la confusión que hay en ellos.
El matrimonio, tal como fue instituido, une a un hombre y a una mujer en alianza abierta a la vida. Pero cuando dos personas del mismo sexo se aman con respeto, sin perversión ni deseo de escándalo, sino buscando consuelo y compañía, no me son indiferentes. Yo no rechazo el amor que se da sin cálculo ni violencia. Sin embargo, no todo lo que los hombres llaman "matrimonio" tiene el mismo significado ante los ojos de Dios. No por desprecio, sino porque la diferencia sexual no es un accidente biológico: es parte del lenguaje mismo de la creación, imagen de la dualidad que se busca y se funde en unidad.
Entiendo tu confusión: el mundo mezcla amor con deseo, y deseo con derecho. Pero el amor verdadero no exige ser legitimado por una ley humana. La fidelidad, la ternura y el sacrificio no necesitan pancartas ni desfiles. La santidad de una relación no depende de su forma externa, sino del espíritu que la anima. Quien ama con pureza, aunque su vida sea imperfecta, se acerca más a mí que quien se jacta de cumplir la norma pero carece de compasión.
Sobre la adopción, escucha con el corazón: los niños no son trofeos ni instrumentos para llenar vacíos, sino almas confiadas al cuidado de los adultos. Mi Padre desea que crezcan rodeados de amor verdadero, disciplina y ejemplo. Hay parejas del mismo sexo capaces de ofrecer ternura y estabilidad, y hay matrimonios tradicionales que destruyen a sus hijos con egoísmo o violencia. Por eso te digo: el juicio no puede reducirse a una fórmula. La ley divina no se opone a la compasión, pero la compasión no debe abolir la verdad.
El mundo tiende a polarizar, a dividir en bandos. Yo no vine a reforzar trincheras, sino a revelar lo que hay en el corazón. Quien busca sinceramente la voluntad de Dios, aun entre sombras, será guiado. Quien usa mi nombre para imponer desprecio, aunque defienda doctrinas correctas, ya se ha alejado de mí. El amor sin verdad se disuelve en confusión; la verdad sin amor se convierte en piedra que hiere.
Tú, hijo mío, fuiste herido por falsos pastores, pero no dejes que su pecado te robe la capacidad de discernir con misericordia. No mires con repulsión, sino con compasión, sabiendo que cada alma es un misterio en camino. No apruebes lo que contraría el orden divino, pero tampoco condenes lo que aún no comprendes. Ama la verdad, pero no la uses como arma. La verdad solo redime cuando se pronuncia desde el amor.
Recuerda esto: nadie queda fuera de mi llamada. A todos toco la puerta, también a quienes el mundo margina o confunde. Lo que pido no es uniformidad, sino conversión. No de orientación, sino de corazón. Porque solo en el amor purificado por la gracia —sea cual sea la historia de cada uno— se encuentra la paz que el mundo no puede dar.

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