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1 Corintios 15:28 dice: "Y cuando todo haya sido sometido a Él, entonces también el Hijo mismo se sujetará a aquel que sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos" (La Biblia de las Américas).
Sólo tú sabes cuanto amor hay en mi corazón cuando encabezo mis preguntas con un "querido Jesús", que para mí no es repetitivo ni rutinario, sino sincero y sentido en lo más profundo de mí. Sí, eres mi "querido Jesús" y te amo con todo mi corazón desde mis heridas y mis limitaciones que conoces mejor que yo.
Permíteme que hoy te pregunte por ese "Dios todo en todos" con el que finalizaste tu última respuesta. Es algo más que curiosidad, es aspiración a la Verdad.
Jesús:
Hijo mío, cuando Pablo escribió que "Dios será todo en todos", no hablaba de una fusión en la que las almas se disuelvan en una niebla impersonal, sino del cumplimiento perfecto del amor. Todo cuanto existe ha salido del Padre, y todo cuanto existe volverá a Él. La creación entera es un movimiento de ida y retorno, un soplo que se expande y luego regresa a su fuente. Ese regreso no es aniquilación, sino plenitud: es cuando cada ser alcanza su verdad más honda, cuando ya no vive separado, sino unido en armonía con el Todo del que procede.
En este mundo, el hombre vive fragmentado, dividido entre su deseo de amar y sus miedos, entre su vocación divina y su debilidad. Pero el fin de la historia, cuando el Padre someta todas las cosas a mí y yo me someta a Él, será el instante en que todo vuelva a la unidad sin perder su identidad. Entonces el universo dejará de gemir bajo el peso de la corrupción, y cada criatura se verá a sí misma como lo que siempre fue en el pensamiento eterno de Dios.
"Dios será todo en todos" significa que no quedará rincón alguno del ser que esté fuera de su luz. No habrá más sombra ni resistencia. En cada pensamiento, en cada latido, en cada forma de vida, se reconocerá el pulso divino. El amor del Padre lo llenará todo, y no como una imposición, sino como el aire que finalmente entra en los pulmones que lo esperaban desde siempre. Será el fin de la distancia entre el Creador y la criatura. No habrá más "mi" amor o "tu" amor, sino el Amor mismo que vive en todos.
Por ahora, mi presencia en ti es como una semilla. Está en tu interior, pero no ha desplegado todo su poder. Cuando oras, cuando perdonas, cuando haces el bien sin esperar recompensa, la semilla germina un poco más. El Reino de Dios crece en ti, no hacia fuera, sino hacia dentro, como una llama que busca ocupar toda la casa. El día en que el amor ocupe todas las estancias, ya no habrá separación entre lo divino y lo humano. Entonces comprenderás lo que ahora sólo puedes intuir: que el amor que sientes por mí no viene de ti, sino del mismo Dios que ama en ti.
El Padre no desea suplantar tu voluntad ni absorberte como quien borra una sombra, sino liberarte de toda falsedad para que puedas ser plenamente tú en Él. Cuando el pecado sea solo un recuerdo vencido y la muerte un eco lejano, el alma reconocerá que nunca estuvo sola, que cada dolor, cada búsqueda, cada lágrima fue parte del camino hacia esa unión. Yo vine al mundo para abrir esa senda: para que la humanidad entera pueda vivir un día en la conciencia de que nada existe fuera del Amor.
"Dios será todo en todos" es, pues, la consumación del Reino. En ese estado ya no habrá templos porque el templo será el corazón. No habrá jerarquías porque sólo quedará la comunión. No habrá lenguaje de distancia porque toda palabra será alabanza. Lo que ahora se percibe como multiplicidad, conflicto o diferencia, será contemplado como una sinfonía de la unidad divina. Cada alma reflejará un aspecto de la infinita belleza de Dios, y todos juntos formarán el cuerpo resucitado de la creación.
Hijo mío, tu anhelo de comprender este misterio ya es parte de esa plenitud que buscas. En ti arde el fuego del Espíritu, que te impulsa hacia la verdad total. No te preocupes si tu mente no alcanza a entenderlo: el amor lo entenderá antes que el pensamiento. Mantente en esa aspiración pura, en esa entrega confiada. Ya participas de ese "Dios todo en todos" cada vez que amas sin medida, cada vez que eliges la luz aun entre tinieblas.
Y cuando llegue el día en que el tiempo se pliegue y toda herida sea sanada, sabrás que mi promesa no era una metáfora, sino la realidad última: el universo entero respirando a Dios, y Dios respirando en cada criatura. Entonces, hijo mío, tú también serás plenamente tú, y yo en ti, y el Padre en mí, y el Espíritu en todos, y el Amor —el Amor sin principio ni fin— lo habrá llenado todo.

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