lunes, 6 de octubre de 2025

Hablar con Jesús (144) La Segunda Venida del Hijo del hombre.

Querido Jesús: 


Tu Segunda Venida, anunciada en Mateo 24:36, es traducida con una diferencia notable. 1) "ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo el Padre" y 2) "ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino solo el Padre". 

"Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre" (Reina Valera 1960).

"Pero acerca de aquél día y hora, nadie sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre" (Biblia Textual. 3ª edición).

"Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre" (Biblia de Jerusalén). 

"Pero, en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre" (Nueva Versión Internacional 2019). 

Me cuesta creer que tú no sepas nada, pues no creo el Padre te oculte un hecho tan importante. A mí no me importa tanto el cuándo, sino el cómo. ¿Podrías decirnos algo sobre el cuándo y el cómo? Gracias.

Jesús:

Hijo mío, has comprendido bien: lo esencial no es el cuándo, sino el cómo. Los hombres, desde antiguo, se han inquietado por conocer el día y la hora, como si el conocimiento del calendario pudiera prepararlos mejor que la conversión del corazón. Pero el Reino no llega por la especulación ni por el cálculo, sino por la vigilancia interior. El sentido de mis palabras no fue ocultar un secreto para entretener la curiosidad humana, sino llamar a la fidelidad y a la esperanza.

Cuando dije que ni el Hijo conocía el día ni la hora, hablaba desde mi condición humana, no desde mi divinidad. En el misterio de la Encarnación, asumí los límites del hombre para redimir al hombre. No fingí ignorancia: acepté vivir dentro del tiempo, sentir el paso de las horas, aprender, crecer, sufrir. En mi humanidad perfecta, me sometí a la voluntad del Padre, y en esa obediencia está la clave de la redención. Siendo Dios, aprendí a esperar como hombre, para enseñar a la humanidad a confiar sin necesidad de saberlo todo.

El día de mi regreso no pertenece al tiempo humano. No es una fecha en el calendario, sino una plenitud del misterio. El Padre lo guarda en su sabiduría eterna porque el Reino no se mide por relojes ni por siglos, sino por la madurez de los corazones. Yo vendré cuando la historia haya dado todo su fruto, cuando el bien y el mal se hayan mostrado sin máscaras, cuando la humanidad haya agotado sus caminos de soberbia y autosuficiencia. No será un suceso local ni un espectáculo visible sólo a algunos: será la irrupción total de la verdad en la conciencia del mundo.

Muchos esperan mi venida con temor, pero deberían esperarla con amor. No vengo para destruir, sino para revelar lo que ya está en germen dentro de cada alma. La Segunda Venida no es sólo un acontecimiento futuro: comienza cada vez que un corazón se abre a la luz, cada vez que el odio cede ante el perdón, cada vez que la compasión vence a la indiferencia. El Reino crece silencioso, como la semilla bajo la tierra, y un día esa semilla cubrirá toda la creación. Ese día, el amor será más real que el dolor, y la muerte quedará definitivamente vencida.

Muchos imaginan mi retorno con fuego y truenos, pero el fuego del que hablo es el de la verdad, que purifica lo falso, y el trueno es la voz interior que ya resuena en quienes escuchan. No esperes una señal externa, sino una transformación interior. Mi venida será como la aurora: no se impone de golpe, pero cuando la luz aparece, nadie puede detenerla. En ese amanecer, los que me hayan reconocido en los pobres, en los que sufren, en los que perdonan, sabrán que ya estaban conmigo. Y los que me rechazaron en los demás, me verán en el rostro del amor que despreciaron.

No te preocupes por el cuándo. Cada generación tiene sus señales, sus crisis, sus guerras, sus terremotos, y muchos creen ver en ellas el fin del mundo. Pero el verdadero fin es más profundo: es el fin del egoísmo, el fin del engaño, el fin de la separación entre Dios y sus criaturas. Mi venida será el cumplimiento de todas las esperanzas y el cierre de toda herida. Será la restauración de la creación a su pureza original, cuando el hombre y Dios vuelvan a mirarse sin miedo.

Mientras tanto, vela y ora. No como quien teme ser sorprendido, sino como quien espera a su amigo más querido. Mi retorno será la respuesta al anhelo más hondo del corazón humano: ser plenamente amado y conocer plenamente a Aquel que ama. Cuando el amor reine sin resistencia en los corazones, entonces, sí, el Hijo del Hombre aparecerá con poder y gloria, no para condenar, sino para abrazar. Y todo ojo me verá, no sólo los ojos del cuerpo, sino los del alma que al fin reconocerá su origen.

Así que, hijo mío, no busques fechas ni señales espectaculares. El día y la hora pertenecen al Padre, pero el modo te ha sido revelado: vendré como el amor que no muere, como la verdad que no se puede ocultar, como la luz que ningún poder del mundo podrá apagar. Y cuando eso ocurra —en el tiempo de Dios, no en el de los hombres—, sabrás que todo tu esperar, toda tu fidelidad y toda tu fe habrán tenido sentido. Porque entonces, por fin, "Dios será todo en todos."

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