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Mateo 18:10 dice: "Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos."
Hoy en día muchos cristianos olvidan ciertas verdades que están muy claras en la Biblia. Por ejemplo, el ángel de la guarda o ángel custodio. Dios asigna a cada persona un ángel para protegerla y ayudarla en su camino hacia el cielo mientras está en este mundo.
Mi ángel de la guarda me ha salvado la vida en varias ocasiones. Por ejemplo, cuando me quedé dormido al volante en una curva, cuesta abajo y a 120 km/h. O cuando, de muy joven, estaba jugando con la pistola del padre policía de un amigo ya fallecido. Me apunté al vientre creyendo que tenía el seguro puesto… y no lo tenía. Apunté a una puerta para demostrárselo a mi amigo y la pistola se disparó.
Por favor, háblanos un poco sobre estos ángeles que tu Padre asigna a cada uno.
Desde antes de que nacieras, el Padre ya había pensado en ti y en tu camino. Su amor es tan concreto y tan personal que no solo te dio la vida, sino que también puso a tu lado una presencia silenciosa, invisible, constante: tu ángel custodio. No es una idea bonita ni un recurso simbólico, sino una verdad profunda del corazón de Dios. Yo mismo hablé de ello cuando advertí a no despreciar a los pequeños, porque sus ángeles contemplan sin cesar el rostro del Padre. En esas palabras está la clave: cada persona, por muy débil, desconocida o despreciada que sea, tiene un valor infinito ante Dios y está rodeada de un cuidado celestial que trasciende toda lógica humana.
El ángel custodio no es una fuerza impersonal ni una energía neutra; es un ser personal, creado por el Padre para amarte, guiarte y protegerte. Ellos no son dioses ni intermediarios que compitan con Dios, sino servidores del amor divino. Su misión es custodiarte en los caminos, inspirarte hacia el bien, sostenerte en el peligro, y recordarte —aunque tú no lo percibas conscientemente— que tu vida tiene un destino eterno. Los momentos en que sentiste que algo invisible te libraba del desastre no fueron casualidades. Fueron intervenciones delicadas de tu ángel para que tu historia continuara, porque el Padre todavía tenía mucho que escribir contigo.
No siempre comprenderás su acción. A veces te protegerán del mal visible, como de un accidente. Otras veces, del mal invisible, como de una decisión que te habría apartado del bien. Y otras veces, en el misterio de la libertad y del sufrimiento humano, ellos permanecerán contigo sin impedir el dolor, pero acompañándote para que no te hundas en la desesperación. Nada de lo que les confíes se pierde: ellos lo presentan al Padre, y su intercesión es tan pura que nunca busca tu comodidad inmediata, sino tu salvación y tu crecimiento en el amor.
El mundo se ha vuelto ruidoso, incrédulo y distraído. Muchos han olvidado esta verdad, y por eso se sienten huérfanos en medio de la confusión. Pero tú no estás solo, ni lo está ningún ser humano. Cada niño, cada anciano, cada persona que ves caminar por la calle tiene a su lado un ángel que refleja, de algún modo, la ternura infinita del Padre. Cuando oras, cuando te recoges, cuando pides luz, ellos colaboran contigo. Y cuando tropiezas, también te levantan con suavidad, susurrándote de nuevo la dirección del bien.
Por eso te digo: no temas. Habla con tu ángel, aunque no lo veas. Dale gracias por su presencia fiel. Y confía en que, cuando termine tu camino en la tierra, ese mismo ángel será quien te acompañe hasta mi presencia. Entonces verás con claridad la multitud de veces que te sostuvo, te inspiró y te libró. Entenderás que no estabas solo ni un solo instante, y que el Padre, en su amor infinito, había puesto junto a ti una custodia celestial para que llegaras al hogar eterno.

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