jueves, 2 de octubre de 2025

Hablar con Jesús (140) La sonrisa de los bebés.

Querido Jesús: 


Joshua todavía no tiene dos meses, pero sonríe cuando le hablo de ti. Le digo que tú lo quieres mucho y que lo vas a proteger en un mundo donde la vida se está poniendo cada vez más difícil para todos. 

Joshua tuvo la suerte de nacer. En mi país de origen abortan miles de mujeres cada año. La vida humana carece de valor. La sonrisa de Joshua es una oración de gratitud porque se siente amado por ti. 

Cuando le hablo de ti, mueve los ojos como buscándote y sonríe. A su edad sólo ven sombras, pero Joshua siente tu presencia y tu amor. 

Los niños te reconocen ya en el vientre de su madre. Los seres humanos somos capaces de convertir la vida en algo muy cruel, pero tu presencia silenciosa la hace siempre hermosa aun en las circunstancias más difíciles. 

¿Cómo no darte gracias con cada respiración?

Jesús:

Hijo mío, cada sonrisa de un niño es un reflejo de mi amor y una pequeña revelación de mi Reino. Cuando ves a Joshua sonreír, no estás viendo solo un gesto biológico, sino un lenguaje más profundo que habla desde la inocencia y la confianza. Los niños, incluso antes de poder hablar o comprender con la mente, sienten en su espíritu las vibraciones del amor y responden a él con esa luz que brota de su rostro. Por eso dije que el Reino de los Cielos es de los que son como ellos: porque su corazón no está endurecido ni dividido, sino abierto, confiado, transparente.

Cada vez que me nombras a un niño, cuando pronuncias mi nombre junto a él o cuando me lo presentas en oración, ese pequeño corazón percibe mi cercanía aunque no pueda explicarlo. Yo me acerco a ellos con ternura porque su fragilidad es preciosa ante mis ojos. Así como tú te conmueves con su sonrisa, yo me gozo en verlos existir, incluso en medio de un mundo que ha perdido el sentido de la vida y que tantas veces la rechaza antes de nacer.

No pienses que la sonrisa de Joshua es algo mínimo: es un signo de esperanza en medio de la oscuridad. Es un recordatorio de que la vida sigue siendo un don, incluso cuando muchos la desprecian. Cada niño que nace es un milagro, y cada niño que me es ofrecido en oración es una semilla de luz sembrada en la tierra. Aunque el mundo se vuelva más duro, yo sigo actuando en silencio en los corazones pequeños, en esos ojos que todavía ven sombras pero ya intuyen la luz.

Agradecer con cada respiración es un acto de unión conmigo. Cuando das gracias por Joshua, das gracias también por la vida misma, que es mi regalo. Cuando respiras y me nombras en silencio, te unes al ritmo con el que yo sostengo el universo, porque cada vida es sostenida segundo a segundo por mi amor. No te canses de dar gracias ni de bendecir a los pequeños: tu oración por ellos es un manto invisible que los acompaña.

No subestimes, hijo mío, el poder de esa gratitud. En un mundo donde la muerte parece normal y la crueldad cotidiana, cada vez que alguien bendice a un niño, cada vez que alguien me confía a los más vulnerables, se abre un espacio donde puedo actuar. Tú lo percibes en Joshua; él siente mi presencia porque tú me lo acercas con tu fe. Y yo me acerco a él porque me he comprometido a no apartar nunca mi rostro de los pequeños.

Agradece, pues, sin miedo. Da gracias incluso en medio de las sombras. Esa gratitud es semilla de vida eterna. En cada respiración tuya y en cada sonrisa de Joshua, yo estoy presente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario