viernes, 27 de junio de 2025

El ego es una jaula, y el deseo de reconocimiento, su carcelero

El ego es a menudo percibido como un aliado en nuestra búsqueda de identidad y propósito. Sin embargo, al observarlo de cerca, se revela como una jaula sutil pero restrictiva, y el deseo de reconocimiento externo actúa como su carcelero implacable. Esta metáfora captura una verdad profunda sobre la condición humana: la manera en que nuestro sentido del yo puede limitarnos y cómo la validación externa perpetúa esa prisión. En este artículo, exploraremos esta idea, sus implicaciones y cómo podemos empezar a liberarnos de estas cadenas invisibles.

El ego como jaula

El ego no es inherentemente malo; es una herramienta de supervivencia, una forma de organizarnos en un mundo complejo. Nos ayuda a definir quiénes somos, a diferenciarnos de los demás y a navegar las dinámicas sociales. Sin embargo, cuando el ego se convierte en el centro de nuestra existencia, se transforma en una jaula. Esta jaula no tiene barrotes físicos, pero sus límites son igual de reales: nos confina a una narrativa rígida sobre quiénes debemos ser, qué debemos lograr y cómo debemos ser percibidos.

Cada vez que nos aferramos a una imagen de nosotros mismos —el profesional exitoso, el alma creativa, el líder carismático— nos encerramos en un molde. Este molde nos limita, porque cualquier acción, pensamiento o emoción que no encaje con esa imagen se siente como una amenaza. El ego nos susurra que debemos proteger esa identidad a toda costa, incluso si eso significa reprimir nuestra autenticidad o evitar riesgos que podrían llevarnos a crecer. Así, la jaula se fortalece, y cada decisión se filtra a través de la lente de "¿cómo me hará ver esto?".

El deseo de reconocimiento como carcelero

Si el ego es la jaula, el deseo de reconocimiento es el carcelero que nos mantiene atrapados. Este anhelo de validación externa —aplausos, elogios, likes, prestigio— actúa como un guardián que refuerza los barrotes del ego. Nos seduce con promesas de plenitud: "Si tan solo logras esto, si tan solo te ven de esta manera, serás suficiente". Pero este es un espejismo. El reconocimiento externo es efímero, y su búsqueda perpetúa una dependencia que nos aleja de nuestra libertad interior.

El carcelero del reconocimiento es astuto. Nos empuja a compararnos con los demás, a medir nuestro valor en función de logros externos o la aprobación de otros. En la era digital, este fenómeno se amplifica: las redes sociales convierten cada publicación en una oportunidad para buscar validación, cada "me gusta" en un pequeño refuerzo de nuestra prisión. Pero incluso fuera del mundo virtual, el deseo de reconocimiento nos lleva a priorizar la opinión ajena sobre nuestra propia verdad. Actuamos para impresionar, no para expresar. Elegimos caminos que aseguran el aplauso, no los que nos desafían a crecer.

Las consecuencias de la prisión del ego

Vivir dentro de esta jaula tiene un costo elevado. Primero, nos desconecta de nuestra esencia. Al priorizar la imagen que proyectamos, perdemos contacto con nuestros deseos genuinos, nuestras vulnerabilidades y nuestra capacidad de experimentar la vida sin filtros. Segundo, nos vuelve frágiles. Cuando nuestro sentido de valía depende del reconocimiento externo, cualquier crítica o fracaso se siente como un ataque personal. Finalmente, nos limita. El miedo a salir de la jaula —a ser vistos como imperfectos, a fallar, a no cumplir con las expectativas— nos impide explorar nuestro potencial pleno.

Esta prisión también afecta nuestras relaciones. Cuando el ego domina, vemos a los demás como espejos de nuestra valía: competidores, jueces o admiradores. Las conexiones auténticas se diluyen, reemplazadas por interacciones calculadas para reforzar nuestra imagen. El amor, la amistad y la colaboración se convierten en transacciones en lugar de expresiones de humanidad compartida.

El camino hacia la libertad

Liberarse de la jaula del ego y de su carcelero no es un proceso sencillo, pero es posible. El primer paso es la consciencia. Reconocer que el ego no es nuestro verdadero yo, sino una construcción, nos permite observarlo con distancia. La meditación, la introspección y la práctica de la atención plena son herramientas poderosas para cultivar esta consciencia. Al observar nuestros pensamientos y emociones sin juzgarlos, comenzamos a ver cómo el ego nos limita y cómo el deseo de reconocimiento nos manipula.

El segundo paso es redefinir el éxito. En lugar de medir nuestro valor por logros externos o la aprobación de otros, podemos enfocarnos en valores internos: autenticidad, crecimiento, compasión. Preguntarnos "¿esto refleja quién quiero ser?" en lugar de "¿cómo me hará ver esto?" nos ayuda a alinear nuestras acciones con nuestra esencia.

El tercer paso es soltar el apego al reconocimiento. Esto no significa rechazar los elogios o evitar el éxito, sino dejar de depender de ellos para sentirnos completos. Una práctica útil es celebrar los pequeños actos de valentía que no buscan aplausos: decir una verdad incómoda, aceptar un fracaso, o simplemente ser nosotros mismos sin máscaras. Cada uno de estos actos debilita los barrotes de la jaula.

Finalmente, cultivar la conexión con los demás desde un lugar de vulnerabilidad y autenticidad nos ayuda a trascender el ego. Cuando nos relacionamos sin esperar nada a cambio, sin buscar validación, descubrimos que la verdadera libertad no está en ser vistos, sino en ver y ser con los demás de manera genuina.

Conclusión

El ego es una jaula que nosotros mismos construimos, y el deseo de reconocimiento es el carcelero que nos mantiene dentro. Pero la llave de la libertad está en nuestras manos. Al tomar consciencia de las formas en que nos limitamos, al redefinir lo que significa ser valiosos y al soltar la necesidad de validación externa, podemos empezar a derribar los barrotes de esta prisión invisible. La verdadera libertad no se encuentra en ser admirados, sino en ser auténticos, en vivir desde un lugar de verdad y conexión. Al liberarnos del ego y su carcelero, descubrimos que el mundo es mucho más amplio —y nosotros, mucho más libres— de lo que jamás imaginamos.

jueves, 26 de junio de 2025

Te vas a morir igual: una reflexión sobre la vida, el cuidado y la muerte

Juan Julio Alfaya
Cuadernos del exilio

Puedes hacer ejercicio, seguir una dieta equilibrada, no fumar, no beber alcohol, no consumir drogas, dormir tus ocho horas diarias, practicar meditación Zen o rezar con devoción. Y, sin embargo, te vas a morir igual. Recordar que la muerte es inevitable es el primer paso hacia una vida más lúcida.

Vivimos en una cultura obsesionada con la salud, la longevidad, la prevención, la juventud eterna. Se nos promete que si hacemos "lo correcto" —si seguimos las dietas, las rutinas, los rituales de bienestar— podremos controlar nuestro destino, prolongar la vida indefinidamente o, al menos, retrasar el ocaso. Pero lo cierto es que, por mucho que hagamos, hay una certeza que no se mueve: vamos a morir. Nadie escapa. Ni el asceta ni el hedonista. Ni el sabio ni el necio.

Ante esta certeza, se abren dos caminos. Uno, el del abandono: si la muerte es segura, ¿para qué cuidarse? ¿Por qué no entregarse al exceso, al descuido, al olvido de sí mismo? El otro, más difícil y más profundo, es el del sentido: si la muerte es segura, ¿cómo deseo vivir el tiempo que me queda?

Porque aunque el destino sea común, la manera de recorrer el camino no lo es. No vivimos igual. No sufrimos igual. No envejecemos igual. No morimos igual.

Cuidarse no debería ser una estrategia contra la muerte, sino una forma de estar mejor mientras se vive. Hacer ejercicio no es un conjuro de inmortalidad, sino un acto de respeto por el cuerpo que habitamos. Comer bien, dormir, mantener la mente clara, cultivar la vida interior, no son garantías de nada, pero sí condiciones para vivir con cierta plenitud, con cierto equilibrio, con cierta paz.

Desde la filosofía estoica hasta el existencialismo moderno, muchos pensadores han repetido una misma idea con distintos acentos: la muerte le da forma a la vida. Recordar que somos mortales no debería paralizarnos, sino despertarnos. Cada día es una oportunidad que no se repetirá. Cada acción, por mínima que sea, cobra sentido si se inscribe en esa conciencia del fin. Y cada cuidado que nos prodigamos —físico, mental, espiritual— no es un acto de vanidad, sino de gratitud.

Aceptar que te vas a morir igual no significa caer en la desesperanza, sino aprender a vivir sin engaños. Dejar de luchar contra el límite y, en cambio, reconciliarte con él. Vivir mejor no para evitar la muerte, sino para honrar la vida.

Las diez trampas del ego espiritual

Juan Julio Alfaya

En el camino espiritual, es fácil creer que cuanto más avanzamos, más libres estamos del ego. Pero una de las paradojas más sutiles del crecimiento interior es que el ego no desaparece fácilmente: se transforma, se disfraza, se adapta. Así nace el ego espiritual, esa parte de nosotros que, lejos de extinguirse, encuentra nuevas formas de afirmarse a través de la propia búsqueda espiritual.

A continuación, exploramos nueve trampas comunes del ego espiritual. Reconocerlas no es motivo de culpa ni vergüenza, sino una oportunidad de profundizar en la autenticidad de nuestro proceso.

1. Creerse más evolucionado que los demás

Una de las trampas más comunes consiste en pensar —aunque sea en silencio— que hemos "despertado" más que otras personas. Esta sensación puede surgir después de leer ciertos libros, meditar durante años o seguir a un maestro reconocido. Sin embargo, la verdadera evolución espiritual no genera arrogancia, sino humildad. Creerse superior es una señal clara de que el ego sigue al mando, solo que con ropa nueva.

2. Usar el lenguaje espiritual para evitar emociones

Frases como "todo es una ilusión" o "solo hay que soltar" pueden sonar sabias, pero a menudo se usan para evitar enfrentar emociones incómodas: rabia, miedo, tristeza, culpa. Este fenómeno se conoce como evasión espiritual, y aunque parezca inofensivo, puede bloquear el crecimiento real. La espiritualidad auténtica no evita el dolor: lo atraviesa con presencia.

3. Buscar experiencias místicas como trofeos

Algunas personas se obsesionan con alcanzar estados elevados: despertar la kundalini, tener visiones, sentir éxtasis. Aunque estas experiencias pueden ser reales y transformadoras, no definen la profundidad de una persona. El ego espiritual convierte estos momentos en medallas o símbolos de estatus, buscando validación en lo extraordinario en lugar de en lo cotidiano.

4. Identificarse con un maestro, grupo o linaje

Adherirse ciegamente a un maestro, religión o corriente espiritual puede convertirse en una forma de ego colectivo. Surge el "nosotros" frente al "ellos": nosotros somos los verdaderos, los que seguimos el camino correcto; los demás están perdidos. Esta identificación refuerza la separación, cuando la espiritualidad auténtica tiende a unir, no a dividir.

5. Creer que ya no se tiene ego

Quizá la trampa más peligrosa sea pensar que hemos trascendido el ego. Esta creencia crea un punto ciego que impide ver cómo sigue actuando, de forma más sutil. El ego puede usar incluso la idea de "iluminación" para consolidarse. Cuanto más creemos estar más allá del ego, más poder le damos en la sombra.

6. Rechazar el mundo material o el cuerpo

Algunas enseñanzas espirituales enfatizan tanto el desapego, que terminan por negar el cuerpo, la sexualidad, el placer o la vida material. Se cae entonces en un dualismo estéril: espíritu bueno, materia mala. Pero la espiritualidad encarnada abraza lo humano como parte del camino: el cuerpo, las relaciones, el trabajo… Todo puede ser vehículo de consciencia.

7. Buscar validación a través del rol de sanador o guía

El deseo de ayudar puede ser genuino, pero si se mezcla con la necesidad de ser reconocido, admirado o necesitado, se convierte en alimento para el ego espiritual. Hay guías que terminan creando dependencia en sus discípulos, o que no toleran ser cuestionados, porque confunden autoridad con iluminación.

8. Exigir pureza o perfección en uno mismo o en los demás

Cuando el ideal espiritual se convierte en un estándar rígido, cualquier emoción humana es vista como "vibración baja" o "algo egoico". Esto produce represión, juicio y desconexión. La espiritualidad auténtica no se mide por la pureza, sino por la capacidad de amar incluso lo imperfecto, en uno mismo y en los otros.

9. Confundir intuición con proyecciones del ego

A veces, lo que creemos que es una "sensación" o "intuición" profunda no es más que el ego disfrazado, queriendo evitar algo que teme. Decimos cosas como: "esa persona tiene mala energía", cuando en realidad simplemente nos ha tocado una herida. Discernir entre intuición y proyección requiere honestidad y humildad.

10. El ego no se destruye, se reconoce

El ego espiritual no es algo que se elimina, sino algo que se comprende y se observa sin identificarse con él. No se trata de culparse por caer en estas trampas, sino de mantener una actitud vigilante, abierta, autocrítica y compasiva.

La madurez espiritual no radica en vivir sin ego, sino en saber cuándo está actuando y elegir no obedecerle.

Pedro Sánchez mete a España en una insólita guerra comercial con Trump tras una cumbre de la OTAN marcada por la tensión

La participación de Pedro Sánchez en la reciente cumbre de la OTAN, celebrada en La Haya, ha desencadenado un inesperado conflicto diplomático y comercial con Estados Unidos. El detonante: la negativa del presidente español a cumplir el compromiso acordado por todos los aliados de elevar el gasto militar al 5 % del PIB para 2035. Sánchez, aunque firmó la declaración final de la cumbre, declaró públicamente que España solo alcanzará el 2,1 %, argumentando que subir hasta el 5 % supondría "hipotecar el Estado del bienestar" con un sobrecoste estimado en 300.000 millones de euros.

La respuesta del expresidente y candidato republicano Donald Trump no se hizo esperar. En declaraciones recogidas por medios estadounidenses, Trump calificó a España como "el único país que se niega a pagar su parte" y advirtió que, de ganar las elecciones de noviembre, impondrá el "doble de aranceles" a las exportaciones españolas. "Si no quieren pagar en defensa, van a pagar en comercio. Es muy simple", sentenció.

¿Guerra comercial en ciernes?

Trump mencionó directamente la posibilidad de atacar las exportaciones españolas más estratégicas hacia EE. UU.: aceite de oliva, vino, maquinaria, productos farmacéuticos y alimentos procesados. España exporta anualmente más de 17.000 millones de euros a Estados Unidos, siendo este su principal socio comercial fuera de la UE. Cualquier incremento arancelario podría perjudicar gravemente sectores clave de la economía española, especialmente el agroalimentario y el industrial.

Un conflicto con múltiples derivadas

Este inesperado giro sitúa a España en el centro de una potencial guerra comercial con el que podría volver a ser el hombre más poderoso del mundo. Más allá de los impactos económicos, el episodio revela una tensión estructural entre dos visiones del liderazgo occidental: una basada en la presión armamentística, y otra que apuesta por un equilibrio entre seguridad y bienestar social.

Pedro Sánchez ha abierto un frente impredecible con un rival que no acostumbra a dejar advertencias sin cumplir.

miércoles, 25 de junio de 2025

El autismo no es una enfermedad

El autismo, o trastorno del espectro autista (TEA), es un término que a menudo genera malentendidos. Una de las ideas más importantes que debemos comprender es que el autismo no es una enfermedad. En lugar de ser una condición que requiere una "cura", el TEA es una forma de neurodivergencia, una variación natural en la manera en que el cerebro procesa información, se comunica y percibe el mundo. Este artículo busca aclarar qué es el autismo, desmitificar conceptos erróneos y destacar la importancia de la aceptación y el apoyo para las personas autistas.

¿Qué es el trastorno del espectro autista?

El TEA es una condición del neurodesarrollo que afecta la forma en que una persona interactúa, se comunica y percibe su entorno. Se le llama "espectro" porque las manifestaciones del autismo son increíblemente diversas, variando desde personas que requieren apoyo mínimo hasta aquellas que necesitan asistencia significativa en su vida diaria. Las características principales del TEA incluyen:

• Dificultad para interpretar señales sociales, mantener conversaciones o expresar emociones de manera convencional.

• Muchas personas autistas tienen intereses intensos en temas específicos o realizan acciones repetitivas que les ayudan a autorregularse.

• Algunas personas con TEA pueden ser hipersensibles o hiposensibles a estímulos como ruidos, luces o texturas.

Es crucial entender que estas características no son defectos, sino diferencias que forman parte de la identidad de una persona autista.

El autismo no es una enfermedad

A diferencia de una enfermedad, que implica un estado patológico que altera la salud y requiere tratamiento médico, el autismo es una condición inherente al individuo desde su nacimiento o las primeras etapas de desarrollo. No hay una "cura" para el autismo porque no es algo que deba ser eliminado. En lugar de enfocarnos en "arreglar" a las personas autistas, la sociedad debe trabajar en comprender y apoyar sus necesidades específicas.

Históricamente, el autismo ha sido malinterpretado, y en ocasiones se ha estigmatizado, lo que ha llevado a enfoques centrados en "normalizar" a las personas autistas en lugar de valorar su neurodiversidad. Este enfoque ha sido criticado por la comunidad autista, que aboga por la aceptación y el respeto hacia su forma única de experimentar el mundo.

La importancia de la aceptación y el apoyo

La aceptación del autismo implica reconocer que las personas autistas no son "defectuosas", sino que tienen fortalezas y desafíos únicos. Por ejemplo, muchas personas con TEA destacan en áreas como el pensamiento lógico, la atención al detalle, la memoria o la creatividad. Sin embargo, también pueden enfrentar barreras en entornos que no están diseñados para acomodar sus necesidades, como espacios ruidosos o interacciones sociales rígidas.

El apoyo adecuado puede incluir:

• Crear espacios inclusivos con menos estímulos sensoriales abrumadores.

• Promover la comprensión del autismo en escuelas, lugares de trabajo y comunidades.

• En lugar de intentar cambiar a la persona autista, las terapias deben enfocarse en mejorar su calidad de vida, como ayudarla a desarrollar habilidades de comunicación o estrategias para manejar el estrés.

De la patologización a la neurodiversidad

El movimiento de la neurodiversidad, impulsado en gran parte por personas autistas, busca cambiar la narrativa en torno al TEA. Este enfoque celebra las diferencias neurológicas como parte de la diversidad humana, en lugar de verlas como trastornos que necesitan corrección. Las personas autistas no son "menos" ni están "rotas"; simplemente experimentan el mundo de una manera distinta.

En lugar de preguntar cómo "curar" el autismo, la pregunta debería ser: ¿cómo podemos crear una sociedad más inclusiva que valore y apoye a las personas autistas tal como son? Esto incluye escuchar las voces de la comunidad autista, que tiene mucho que decir sobre sus propias experiencias y necesidades.

Conclusión

El autismo no es una enfermedad, sino una expresión de la diversidad humana. Las personas con TEA aportan perspectivas únicas y valiosas al mundo, y merecen ser aceptadas y apoyadas en lugar de estigmatizadas. Al educarnos sobre el autismo y promover la inclusión, podemos construir una sociedad que celebre la neurodiversidad y permita que todas las personas prosperen. La clave no está en cambiar a las personas autistas, sino en transformar el mundo para que sea un lugar donde puedan brillar.

Sánchez firma el 5 % con la OTAN… y luego lo niega

Por Juan Julio Alfaya

Pedro Sánchez ha vuelto a demostrar que, en política, la ambigüedad puede convertirse en herramienta de supervivencia. Lo que para algunos es diplomacia hábil, para otros es una burda manipulación. En la última cumbre de la OTAN, celebrada en La Haya, el presidente del Gobierno firmó con toda claridad una declaración en la que los países miembros se comprometen a alcanzar el 5 % del PIB en gasto defensivo para 2035. Un hecho incuestionable.

Sin embargo, con gesto serio y tono firme, Sánchez negó haber suscrito tal compromiso. Alegó que España mantendrá su senda propia, limitando el esfuerzo al 2,1 % del PIB, porque el Estado del bienestar "no es negociable". Esa frase, cuidadosamente escogida para el consumo interno, encierra una contradicción que no puede pasarse por alto: si el gasto militar del 5 % es tan lesivo para los intereses sociales, ¿por qué lo firmó? Y si no lo firmó realmente, ¿por qué entonces su nombre aparece en el documento junto a los de los otros 31 aliados?

La respuesta está en ese terreno difuso que Sánchez domina con soltura: el compromiso que no compromete, el acuerdo con "flexibilidad", la firma que no obliga. Un intercambio de cartas con el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, habría garantizado una "excepción española", una vía alternativa para cumplir con lo esencial sin abrazar el número maldito del 5. Pero ¿puede una organización basada en la unidad estratégica permitirse ese tipo de excepciones sin resquebrajarse?

Lo cierto es que la estrategia del presidente bordea la doblez. En Bruselas y Washington no ha pasado desapercibido el gesto. Donald Trump, de regreso al centro del debate político estadounidense, ya ha disparado su artillería retórica: acusa a España de aprovecharse de la protección de la Alianza sin pagar su parte. "Pagará el doble", ha dicho. No se trata solo de amenazas vacías: podrían derivarse consecuencias comerciales, diplomáticas o incluso estratégicas.

España necesita aliados, pero también necesita coherencia. Nadie puede cuestionar que un país tenga prioridades sociales. Lo que sí se debe cuestionar es que se juegue al despiste con los compromisos internacionales, sobre todo cuando lo que está en juego es la seguridad común.

El bipartidismo como enemigo de la soberanía popular

Juan Julio Alfaya

El bipartidismo, entendido como la alternancia sostenida en el poder entre dos grandes partidos, ha sido presentado históricamente como un modelo de estabilidad democrática. Sin embargo, cuando se consolida como una estructura cerrada y excluyente, puede convertirse en una forma de poder que vulnera derechos fundamentales y atenta contra la dignidad de los ciudadanos.

En primer lugar, el bipartidismo tiende a reducir la representación política real. En sociedades plurales y diversas, donde coexisten múltiples visiones del mundo, reducir la oferta electoral a dos opciones es empobrecer el debate público y negar la legitimidad de otras voces. Muchos ciudadanos terminan votando "al menos malo" o se ven forzados a aceptar un mal menor, lo cual vacía de contenido el acto democrático y lo convierte en una rutina frustrante.

Además, el bipartidismo suele derivar en una alternancia de apariencias. Los partidos mayoritarios, lejos de representar proyectos radicalmente distintos, acaban respondiendo a los mismos intereses económicos, mediáticos y burocráticos. En este contexto, la política se convierte en una simulación: se discute sobre formas, pero se evita cualquier cuestionamiento profundo al modelo de poder establecido. El ciudadano, entonces, se convierte en espectador pasivo de un teatro previsible.

Otra consecuencia grave es el cierre del sistema a nuevas propuestas. Los partidos emergentes enfrentan obstáculos desproporcionados para competir: leyes electorales diseñadas para favorecer a los grandes, escaso acceso a medios y financiación, y una cultura política que identifica la disidencia con el caos. Así, el bipartidismo no solo margina voces alternativas, sino que reproduce una forma de dominio que se presenta como inevitable.

Por todo ello, cuando el bipartidismo se instala como un régimen de exclusión disfrazado de democracia, lesiona la dignidad ciudadana. No hay verdadera libertad política si las opciones son ficticias; no hay ciudadanía plena si el poder se reserva para unos pocos. La democracia exige pluralismo, apertura, crítica y renovación constante. Sin esos elementos, el bipartidismo se convierte en lo que muchos ya experimentan: un callejón sin salida para la esperanza colectiva.

martes, 24 de junio de 2025

El juez Peinado solicita al Supremo investigar a Félix Bolaños por malversación y falso testimonio en el caso Begoña Gómez

En un nuevo capítulo del caso que investiga a Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el juez Juan Carlos Peinado ha elevado una solicitud al Tribunal Supremo para que se impute al ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, por presuntos delitos de malversación de fondos públicos y falso testimonio. Esta petición, presentada el pasado 24 de junio de 2025, intensifica la controversia judicial que rodea al entorno del Ejecutivo.

El magistrado, titular del Juzgado de Instrucción número 41 de Madrid, fundamenta su solicitud en una exposición razonada de entre 32 y 34 folios, en la que detalla "indicios razonables, sólidos y cualificados" contra Bolaños. Según Peinado, el actual ministro, que en 2018 ocupaba el cargo de secretario general de la Presidencia, habría participado en la contratación de Cristina Álvarez, asesora de Begoña Gómez, quien presuntamente realizó labores privadas para esta última utilizando recursos públicos. Estas actividades incluían gestiones relacionadas con la cátedra de Gómez en la Universidad Complutense de Madrid, lo que podría constituir un delito de malversación.

Además, el juez cuestiona la veracidad de la declaración que Bolaños ofreció como testigo el 16 de abril de 2025. En ella, el ministro afirmó no conocer detalles sobre la contratación de Álvarez, una versión que Peinado considera contradictoria con las pruebas recabadas, abriendo la puerta a un posible delito de falso testimonio.

Dado el aforamiento de Bolaños como miembro del Gobierno, el juez Peinado no tiene competencia para imputarlo directamente, por lo que ha trasladado el caso al Tribunal Supremo, que ahora deberá decidir si inicia una investigación formal. En su exposición, el magistrado también ha planteado la posibilidad de ordenar un registro en La Moncloa para obtener documentación relevante, aunque descarta esta medida por el momento, considerándola desproporcionada, y deja la decisión en manos del alto tribunal.

El caso Begoña Gómez, que ya incluye acusaciones contra la esposa del presidente por presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios, ha generado un fuerte debate político. Desde el entorno de Bolaños se defiende su inocencia, calificando la solicitud del juez como un intento de desgastar al Gobierno de Sánchez. Fuentes cercanas al ministro han señalado que las acusaciones carecen de fundamento sólido y forman parte de una estrategia para presionar al Ejecutivo en un contexto de alta tensión política.

La resolución del Tribunal Supremo será clave para determinar el rumbo de esta investigación, que podría tener importantes implicaciones tanto judiciales como políticas. Mientras tanto, el caso sigue alimentando la polarización en España, con el Gobierno y la oposición enfrentados por las ramificaciones de esta causa judicial.

Por el momento, ni el Supremo ni el Ministerio de Justicia han emitido declaraciones oficiales sobre la solicitud de Peinado. La atención se centra ahora en el alto tribunal, cuya decisión marcará el próximo paso en este complejo entramado judicial.

Ex altos cargos del PSOE han firmado una carta abierta pidiendo la dimisión de Pedro Sánchez

Por Juan Julio Alfaya

Ha ocurrido lo impensable —o tal vez lo inevitable. Tres exministros, dos expresidentes del Senado y más de treinta ex altos cargos del PSOE han firmado una carta abierta pidiendo la dimisión de Pedro Sánchez. Lo hacen no desde el rencor ni desde la nostalgia, sino desde el dolor de quienes dedicaron su vida al servicio público, creyendo en un proyecto socialista basado en la ética, la democracia y la justicia social. La gravedad del gesto no puede subestimarse.

Entre los firmantes del manifiesto figuran dos exministros de Felipe González, José Barrionuevo y Javier Sáenz de Cosculluela, y uno de José Luis Rodríguez Zapatero, Antonio César Molina; los ex presidentes del Senado Juan José Laborda y Javier Rojo; y el que fuera fiscal general del Estado Eligio Hernández.

También hay antiguos 'barones' del PSOE como Nicolás Redondo (Euskadi), Tomás Gómez (Madrid) y José Rodríguez de la Borbolla (Andalucía); exalcaldes como Francisco Vázquez (A Coruña) y Jesús Quero (Granada), y varios exdirigentes de Ferraz, exdiputados y senadores y otros altos cargos.

No estamos hablando de nombres menores. Son figuras que ayudaron a construir el PSOE moderno, el de la Transición, el que consolidó el Estado del Bienestar y la España europea. No son los típicos críticos mediáticos ni viejas glorias en busca de foco. Son, sobre todo, voces que han callado durante mucho tiempo y que ahora han decidido hablar, cuando el hedor de la corrupción y del clientelismo ya es insoportable.

La carta denuncia la "corrupción" en torno al actual Gobierno y exige una "profunda regeneración". ¿Qué significa esto en términos reales? Significa que una parte fundamental del socialismo histórico no reconoce en Pedro Sánchez al líder que necesita el partido. Significa que el poder se ha convertido en un fin en sí mismo, sin escrúpulos para pactar con quienes despreciaron las instituciones, humillaron a la justicia y fracturaron la unidad nacional. Significa, en definitiva, que el PSOE ha dejado de ser el PSOE.

La amnistía a los condenados del procés ha sido la gota que colmó el vaso para muchos. No se trata de una medida de reconciliación, como se quiere vender, sino de un pago a plazos por la investidura. El precio: deslegitimar al Tribunal Supremo, humillar a los jueces, alterar el equilibrio de poderes y dividir a la sociedad española entre ciudadanos de primera (los aforados por conveniencia) y ciudadanos de segunda (los que cumplen la ley sin premios ni indultos).

Pedro Sánchez ha construido un poder personalista, blindado frente a la crítica interna y sostenido por un relato sentimental que convierte cualquier objeción en “fango”. Pero ya no se trata de la oposición política o mediática. Ahora el cuestionamiento viene desde dentro, desde las raíces mismas del partido. Y si el PSOE no escucha a sus fundadores, a sus servidores públicos, a sus militantes históricos, terminará siendo irreconocible incluso para sus votantes.

Hay momentos en los que callar es complicidad. Y esta carta es, ante todo, un acto de conciencia. No para destruir, sino para salvar lo que aún queda. Porque regenerar no es una traición: es un deber.

LA CARTA

Madrid, 24 de junio de 2025
Al secretario general del Partido Socialista Obrero Español
D. Pedro Sánchez Pérez-Castejón
Calle Ferraz, 70
28008 Madrid

Señor secretario general:

Los abajo firmantes, personas que hemos desempeñado responsabilidades públicas por encargo de Gobiernos socialistas o del propio Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y que mantenemos un firme compromiso con sus valores fundacionales, queremos expresar nuestra profunda preocupación ante el grave deterioro que están causando los continuos escándalos que afectan a la actual dirección del partido.

Los casos de corrupción vinculados a personas de tu máxima confianza, como lo han sido los dos últimos secretarios de organización, se suman a una práctica de gobierno caracterizada por espurias decisiones políticas que han supuesto una efectiva mutación de nuestra Constitución, que fue aprobada en referéndum por el pueblo español.

Nos referimos, entre otros aspectos, a la prórroga injustificada de los Presupuestos Generales del Estado, la progresiva marginación del poder legislativo, el reiterado incumplimiento de los compromisos electorales, el deterioro del Estado de Derecho, el ejercicio discrecional del poder ejecutivo, la ocupación de los órganos de control del Estado, las negociaciones opacas sobre una ley de amnistía a medida de las exigencias de un prófugo de la justicia y la alarmante falta de transparencia en la gestión pública. Estas prácticas han provocado un grave deterioro institucional y han alimentado la desconfianza de la ciudadanía hacia el sistema democrático.

Por todo ello, consideramos urgente cumplir con el compromiso electoral de regeneración democrática, lo que exige, en primer lugar, una profunda regeneración del PSOE. Estamos convencidos de que esta tarea no puede ser liderada por quien ha sido responsable directo del actual proceso de degradación institucional. Tras siete años de mandato, lejos del fortalecimiento de la vida pública, hemos asistido a un preocupante retroceso democrático.

En consecuencia, y con el único propósito de salvaguardar la dignidad de nuestros votantes y restituir el honor del Partido Socialista y de su militancia, solicitamos:

•  Tu inmediata renuncia como secretario general del PSOE. 

•  Que el Comité Federal, de acuerdo con los estatutos del partido, designe una Comisión Gestora encargada de convocar un Congreso Extraordinario.

Te trasladamos esta petición con el respeto que merece tu cargo, pero con la firme convicción de que un cambio profundo resulta imprescindible para preservar el futuro del socialismo democrático en España.

Asimismo, te solicitamos que hagas llegar esta carta a los miembros del Comité Federal.

Atentamente,


Gordofobia: Qué es y cómo impacta en la sociedad

La gordofobia es el odio, rechazo y violencia que sufren las personas gordas por el hecho de estar gordas. Es una discriminación que está basada en prejuicios respecto a los hábitos, costumbres y salud de las personas gordas, apoyada en la creencia de que el cuerpo gordo responde a una falta de voluntad o de autocuidado, de no hacer el esfuerzo suficiente para estar delgado/a, mereciendo "castigo" o rechazo. A continuación, exploraremos en qué consiste la gordofobia, sus manifestaciones, sus impactos y la importancia de combatirla.

¿Qué es la gordofobia?

La gordofobia se refiere a cualquier actitud, comportamiento o práctica que discrimina o estigmatiza a las personas por su tamaño corporal, particularmente a aquellas que no encajan en los estándares de delgadez promovidos por la sociedad. Este tipo de discriminación puede ser explícito, como insultos o burlas, o implícito, como suposiciones sobre la salud o el estilo de vida de una persona basadas únicamente en su apariencia física.

La gordofobia está profundamente vinculada a los ideales de belleza predominantes en muchas culturas, que glorifican la delgadez como sinónimo de éxito, disciplina y atractivo. Estos estándares no solo son irreales para muchas personas, sino que también ignoran la diversidad de cuerpos y las complejidades de la salud, que no siempre está determinada por el peso.

Manifestaciones de la gordofobia

La gordofobia se presenta en múltiples esferas de la vida cotidiana, afectando a las personas en contextos sociales, laborales, médicos y culturales. Algunas de sus manifestaciones más comunes incluyen:

• Discriminación en el ámbito laboral: Las personas gordas suelen enfrentar sesgos en procesos de contratación, ascensos o evaluaciones, bajo la falsa premisa de que su peso refleja una falta de profesionalismo o capacidad.

• Estigmatización en el sistema de salud: En el ámbito médico, es frecuente que los profesionales atribuyan cualquier problema de salud al peso del paciente, ignorando otras posibles causas. Esto puede llevar a diagnósticos erróneos o a una atención médica deficiente.

• Exclusión en espacios públicos: La falta de infraestructura adaptada, como asientos en transporte público, ropa en tallas grandes o acceso a espacios diseñados para cuerpos delgados, refuerza la exclusión de las personas gordas.

• Estereotipos en los medios: Los medios de comunicación a menudo representan a las personas gordas como personajes cómicos, perezosos o poco atractivos, perpetuando estereotipos que alimentan la gordofobia.

• Burlas y comentarios ofensivos: Desde chistes hasta críticas disfrazadas de "preocupación por la salud", los comentarios gordofóbicos son una forma común de hostigamiento que afecta la autoestima y el bienestar emocional.

Impactos de la gordofobia

La gordofobia tiene consecuencias significativas tanto a nivel individual como colectivo. A nivel personal, las personas gordas pueden experimentar baja autoestima, ansiedad, depresión o trastornos alimenticios debido a la presión social y la discriminación constante. En el ámbito social, la gordofobia refuerza desigualdades, limita oportunidades y perpetúa una cultura de exclusión que afecta la calidad de vida de millones de personas.

Además, la gordofobia puede tener un impacto negativo en la salud física. La estigmatización en entornos médicos puede llevar a que las personas eviten buscar atención por miedo a ser juzgadas, lo que agrava problemas de salud que podrían tratarse a tiempo. Por otro lado, la obsesión cultural con la delgadez fomenta prácticas poco saludables, como dietas extremas o ejercicios excesivos, que no garantizan bienestar a largo plazo.

Combatir la gordofobia: Un cambio necesario

Algunas acciones clave para combatirla incluyen:

• Educación y sensibilización: Promover una comprensión más amplia de la diversidad corporal y desafiar los estereotipos asociados con el peso.

• Inclusión en los medios: Representar a las personas gordas de manera diversa, positiva y realista, rompiendo con los clichés.

• Accesibilidad: Garantizar que los espacios públicos, la moda y otros sectores sean inclusivos para todos los tamaños corporales.

• Enfoque en la salud integral: Fomentar un enfoque de salud que priorice el bienestar general en lugar de centrarse únicamente en el peso.

• Lenguaje respetuoso: Evitar comentarios o chistes que perpetúen la estigmatización y promover un diálogo respetuoso sobre los cuerpos.

Conclusión

La gordofobia es un problema social que va más allá de los prejuicios individuales; es un sistema de discriminación que afecta la vida de las personas en múltiples niveles. Reconocer y desafiar la gordofobia es un paso crucial hacia una sociedad más inclusiva y justa, donde la diversidad de cuerpos sea celebrada y respetada. Cambiar esta narrativa requiere un esfuerzo colectivo para cuestionar los estándares de belleza, promover la empatía y garantizar que todas las personas, independientemente de su tamaño, sean tratadas con dignidad y respeto.