«Respondió Jesús y le dijo: "El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él"» (Juan 14: 23).
Se ha enseñado a muchos que la palabra griega agapē se refiere al amor exclusivamente divino, y que otros términos, también traducidos como amor –tal el caso de filia (del verbo fileō)–, designan sentimientos menos sublimes que agapē. Algunos afirman también que agapē se refiere a un amor unilateral, el de alguien que ama, pero nunca recibe amor, un amor totalmente independiente de la respuesta humana.
Sin embargo, un estudio cuidadoso del amor divino a lo largo de la Escritura muestra que estas ideas, aunque comunes, son erróneas. En primer lugar, el término griego agapē se refiere no solo al amor de Dios, sino también al amor humano, incluso a veces al amor humano mal dirigido (por ejemplo, en 2 Tim. 4: 10). En segundo lugar, a lo largo de la Escritura, muchos términos distintos de agapē se refieren al amor de Dios. Por ejemplo, Jesús enseñó que «el mismo Padre los ama [fileō_], porque ustedes me han amado [_fileō_]» (Juan 16: 27, RVC). Aquí, el término griego _fileō se utiliza no solo para referirse al amor humano, sino también al amor de Dios por los seres humanos. Por tanto, fileō no debe interpretarse como un amor inferior, sino como una expresión auténtica del amor divino.
Las Escrituras también enseñan que el amor de Dios no es unilateral, sino profundamente relacional, en el sentido de que para Dios supone una profunda diferencia que los seres humanos reflejen o no su amor por él y por los demás.
Comentario de Elena G. White
Dios tiene un amor profundo y ferviente por cada miembro de la familia humana; ninguno es olvidado, ninguno es dejado indefenso y engañado para ser vencido por el enemigo. Y si los que se han alistado en el ejército de Cristo se visten con toda la armadura de Dios, y la usan, estarán a salvo contra todos los ataques del enemigo. Los que realmente desean ser instruidos por Dios, y andar en sus caminos, tienen la promesa segura de que si reconocen su falta de sabiduría y piden a Dios, él les dará abundantemente, y no les reprenderá. El apóstol dice: "Pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra"… Dios respalda cada promesa, y no podemos deshonrarlo más que titubeando y vacilando, pidiendo y no creyendo, y luego hablando con duda… (Fundamentals of Christian Education, pp. 299, 300).
https://www.sabbath.school/LessonBook?lang=2&year=2025&quarter=1
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