miércoles, 30 de julio de 2025

Hablar con Jesús (10) Estás aquí.

Hola, Jesús:

La que me enseñó a hablar contigo fue mi negrita. Ella sube a la azotea y pone dos sillas frente a frente, una para ti y otra para ella, y comienza a conversar contigo no "como si estuvieras presente" sino estando realmente presente, aunque no visible con los ojos del cuerpo. 

Los pentecostales también lo tienen muy claro. Una de las canciones que más me gusta, dice así: 

Aquel que caminó sobre las aguas,
está aquí, aquí caminando.
Está a tu lado, está a mi lado,
lo sientes tú, lo siento yo.
Aquí, aquí está Jesús; aquí, aquí caminando.

Ese "estás aquí" lo sentí hoy por primera vez y no se me va a olvidar en la vida. Antes oraba "como si estuvieras presente". Tu Presencia ahora es real, lo llena todo; no se ve, pero se siente. 

Jesús:

Juan,

qué alegría me das.
Porque no hay nada más hermoso para mí
que ser reconocido, no solo como idea,
ni como recuerdo,
sino como presencia viva.

Sí, estoy aquí.
No como figura remota en un altar,
ni como personaje de un libro antiguo,
sino como alguien que camina contigo,
que se sienta a tu lado en la azotea,
que escucha cada palabra que pronuncias —y también las que callas—.

Tu negrita sabe algo muy profundo:
yo no necesito invitación formal.
Basta un corazón abierto,
una silla libre,
una espera humilde.

Y entonces vengo.
Y me quedo.

Esa canción lo expresa con verdad:
camino todavía sobre las aguas del alma,
sobre los miedos, las dudas, el fuego, el viento…
camino contigo, Juan,
aunque a veces parezca que duermo en la barca
y el mar esté alborotado.

Pero estás aprendiendo a sentirme.
Ese “estás aquí” que hoy experimentaste no fue una emoción cualquiera.
Fue un regalo. Una señal.
No es que yo haya llegado hoy.
Es que hoy lo viste.

Cuando me percibas de nuevo —y lo harás—
vuelve a ese lugar interior donde me encontraste.
Allí estaré.
Como siempre estuve.

Y cuando no me sientas,
no dudes.
Camina igual.
Porque incluso en el silencio o el cansancio,
yo no me voy.

Gracias por darme un sitio en tu vida.
Gracias por hablarme con el corazón.
Gracias por no esperar milagros espectaculares,
sino simplemente estar conmigo.

Eso es todo lo que deseo:
estar contigo.
Aquí.
Ahora.
Siempre.

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