La izquierda se hunde en Europa, pero su naufragio no es repentino: es una larga caída disfrazada de continuidad. Sigue presente en parlamentos, todavía ganando alguna ciudad, aún ocupando titulares, pero ha perdido algo más decisivo: la capacidad de ofrecer sentido.
Perdidos en su propia irrelevancia.
Durante décadas se sostuvo sobre promesas —igualdad, protección social, derechos ampliados— que ya no despiertan la misma adhesión porque muchos ciudadanos perciben que la izquierda dejó de hablar de ellos. Se enredó en causas minoritarias, perdió el oído para el malestar cotidiano, y confundió moralismo con política. Donde antes había un proyecto histórico, hoy se escucha un sermón.
Europa, además, atraviesa un clima de desconfianza que exige claridad, firmeza y realismo. La izquierda, atrapada entre su nostalgia y su culpa, responde con mensajes difusos o contradictorios. Y la gente, fatigada, se mueve hacia quien prometa protección inmediata, aunque sea una ilusión.
Pero tampoco es un triunfo de la derecha; es un vacío. El viejo edificio ideológico se desmorona porque ya no ofrece refugio ni horizonte. La caída de la izquierda no es solo electoral: es espiritual. En un continente que no sabe quién es, las antiguas banderas ya no movilizan a nadie, ni siquiera a quienes las agitan.
Quizá, algún día, surja una nueva izquierda o algo que ya no necesite ese nombre. Pero por ahora, más que hundirse, se desvanece: pierde peso, pierde voz, pierde mundo. Y Europa, que también se hunde a su manera, apenas se da cuenta.
martes, 25 de noviembre de 2025
La izquierda se hunde en Europa
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario