Durante décadas se creyó que el satanismo en España era poco más que una leyenda urbana, un eco importado del cine norteamericano o un residuo folclórico de los viejos miedos inquisitoriales. Pero la realidad —silenciosa, fragmentada, persistente— ha terminado por imponerse: el satanismo español existe, tiene historia, organizaciones, militancia ideológica y una presencia creciente en la vida cultural de las ciudades.
El aquelarre, de Goya
De la penumbra franquista a la visibilidad democrática
La semilla moderna del satanismo llegó a España a finales de los años sesenta, cuando las ideas de Anton LaVey —el autor de "La Biblia Satánica" y fundador de la Iglesia de Satán en Estados Unidos— comenzaron a filtrarse en círculos contraculturales. Pero fue tras la muerte de Franco, cuando el país abrió ventanas y sótanos, que los primeros grupos comenzaron a aparecer. España, hambrienta de libertad y fascinada por lo prohibido, encontró en el satanismo una forma extrema de ruptura con el orden moral heredado.
En los años setenta y ochenta, el llamado "pánico satánico" alimentó rumores de misas negras, rituales clandestinos y desapariciones. La mayoría eran bulos, exageraciones, miedos colectivizados. Sin embargo, entre la superstición y la histeria sí existían —y existen— grupos cuyo imaginario bebe directa o indirectamente del satanismo internacional.
La institucionalización de la sombra
Hoy, el panorama es muy distinto: España cuenta incluso con organizaciones legalmente inscritas, como Satanistas de España, la primera entidad satánica reconocida por la administración. Estos grupos reivindican un satanismo simbólico, más filosófico que ritual, centrado en la defensa de las libertades individuales, los derechos humanos, la autonomía moral y ciertos discursos feministas y emancipadores. Su lucha principal no es contra Dios, sino contra el prejuicio.
Conviven, sin embargo, con otras expresiones menos institucionales: asociaciones cerradas, pequeños círculos de orientación ritualista, experimentadores del ocultismo que se reúnen en pisos alquilados, montes apartados o descampados urbanos. Según algunos expertos eclesiásticos, habría más de cincuenta sectas satánicas activas en España, con especial concentración en Madrid, Barcelona y la Comunidad Valenciana. Algunas se mantienen dentro de la legalidad; otras operan en la frontera difusa donde lo mágico se mezcla con lo oportunista.
El diablo digital: nuevas seducciones
La modernidad ha añadido un elemento inesperado: la radicalización digital. En un ecosistema donde todo está al alcance de un clic, el satanismo aparece a veces como puerta de entrada a foros extremistas, a comunidades donde la provocación se confunde con identidad y la identidad con ideología. El satanismo simbólico, estético o filosófico convive con usos más oscuros: manipulación psicológica, captación de jóvenes vulnerables, discursos de odio envueltos en imaginería negra. No es el demonio quien recluta, sino el algoritmo.
Una expresión social del vacío espiritual
El auge del satanismo en España revela algo más profundo. No es solo un fenómeno marginal: es síntoma de una crisis de sentido. Mientras la religión tradicional retrocede y los discursos éticos se diluyen, el satanismo ofrece a ciertos grupos —sobre todo jóvenes— un espejo invertido donde proyectar su rechazo al mundo que les ha tocado vivir. Es una espiritualidad del revés, un refugio para quienes sienten que no hay refugio.
En las grandes ciudades, donde la soledad es más intensa que la multitud, proliferan rituales improvisados, búsquedas estéticas, performances nocturnas. En los pueblos, donde el silencio pesa más, la sombra se vuelve rumor, leyenda, curiosidad morbosa. Cada lugar produce su propio satanismo, a medida de sus carencias.
Entre la rebeldía y la caída
En definitiva, el satanismo en España no es un mito ni un residualismo exótico: es una realidad plural, que abarca desde movimientos activistas legalizados hasta sectas herméticas, desde el arte transgresor hasta los rincones más difusos de internet. Una realidad que refleja, a su modo, las fracturas espirituales de un país que ha dejado atrás sus viejos demonios… para encontrarse con otros nuevos, más íntimos, más culturales, más difíciles de exorcizar.
El satanismo seguirá creciendo mientras el vacío siga creciendo. No por su poder, sino por el nuestro: el poder de convertir la sombra en refugio cuando la luz deja de significarnos algo.
viernes, 21 de noviembre de 2025
El satanismo en España: una realidad que avanza entre sombras
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