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Alfonso Ussía |
Una vida dedicada a la palabra
Nieto del dramaturgo y diplomático Pedro Muñoz Seca, Alfonso Ussía heredó no sólo el ingenio literario familiar, sino también el gusto por la caricatura, el retrato punzante y la observación humorística de la vida pública. A lo largo de su carrera escribió en numerosos medios —ABC, La Razón, El Debate, entre otros— y publicó libros que combinaban humor, memoria personal y crítica política.
Su estilo, basado en la ironía elegante y una cierta nostalgia monárquica, lo convirtió en una figura singular dentro del panorama periodístico español. Sus columnas, siempre reconocibles, tenían un sello propio: breves, incisivas, cargadas de expresiones coloquiales que convertía en latigazos literarios.
Una voz polémica pero necesaria
Ussía nunca ocultó su ideología ni pretendió ser neutral. Era conservador sin complejos, monárquico sin disfraz y alérgico a la corrección política. Eso le generó admiradores fieles y detractores ruidosos. Pero también le otorgó un lugar en la conversación pública: el del polemista que no teme decir lo que piensa, aun sabiendo que incomoda.
En un tiempo donde muchos opinadores se refugian en la ambigüedad, Ussía mantuvo una coherencia que, más allá de afinidades ideológicas, lo convirtió en un personaje literario en sí mismo. Celebraba la tradición, se burlaba de los excesos del progresismo, satirizaba lo políticamente correcto y defendía una visión de España que otros considerarían anacrónica y él entendía como una continuidad natural.
Un humorista que escribía con bisturí
Aunque se le recuerde sobre todo como columnista político, Ussía fue también un maestro del humor costumbrista. Personajes como el marqués de Sotoancho, a medio camino entre la caricatura y el homenaje, revelan su talento narrativo y su capacidad para retratar una España extravagante, absurda y entrañable.
Ese mismo bisturí humorístico lo aplicaba a la realidad política, diseccionando comportamientos, exagerando defectos y subrayando contradicciones. Su humor no buscaba destruir, sino descolocar; no buscaba herir, sino despertar una sonrisa cómplice.
Despedida de un estilo irrepetible
La muerte de Alfonso Ussía marca el fin de una voz que, más allá de posiciones ideológicas, aportó un sello literario inconfundible a la prensa española. Su ausencia deja un hueco en la columna diaria: el hueco de la ironía bien escrita, del humor elegante y de esa mirada tradicionalista que discutía con el presente sin renunciar a la risa.
Fue, ante todo, un escritor. Un hombre de pluma afilada y mirada traviesa. Un polemista que convirtió la ironía en casa y la nostalgia en paisaje.
Con él se va un modo muy particular de entender el articulismo: el de contar el mundo guiñando un ojo.

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